a novela que hoy deseo comentarles no la encontrará el sagaz lector en esos curiosos establecimientos que, todavía, honrando la memoria de Gutemberg, se llaman librerías. Tampoco le será fácil hallarla en una biblioteca, uno de esos depósitos, con vocación de cementerio, donde guardamos los cada vez más engorrosos vestigios de la cultura impresa. Aunque, puestos a buscar, tal vez la tarea sea más exitosa en uno de estos últimos locales y si se indaga en los apartados de "raros", "extraños" o "curiosos". Secciones en las que mi colega y amigo, Pepe Payá, debió sumergirse, entre los millones de gérmenes que habitan el mundo cada vez más desacreditado del papel.

¿De qué libro se trata? ¿Quién es el autor? ¿Por qué una novelita de bolsillo, editada en 1953, de apenas setenta páginas, merece que el cronista le dedique estas líneas y el lector pierda su valioso tiempo leyendo esta columnilla, en lugar de reírse un rato echando una ojeada a los análisis y predicciones de la sección de economía?

Vayamos por partes. La novela lleva por título Suelo mojado y la publicó, en el año citado, Rollán, una editorial muy quiosquera de la época que gustaba de las aventuras del Oeste, los "gansters" de Chicago, los "romances" y todo cuanto pudiese venderse, para leer en el tranvía, por el módico precio de unas cinco pesetas. El autor es ya otra cosa. Aunque solo el lector talludito tendrá cabal conocimiento de su obra. Se trata de Alfonso Paso, comediógrafo que, entre 1957-1970, aproximadamente, cosechó grandes éxitos en nuestra escena, siguiendo la máxima laboriosa de Lope de llevar "en horas veinticuatro una idea de las musas al teatro", para quedar años después, relegado a un olvido, si no justo, si al menos sorprendente.

Pepe Payá, dio con esta novela corta a lo largo de sus pesquisas para documentar su tesis doctoral sobre Alfonso Paso. Una tesis que se nos antoja "valiente", si tenemos en cuenta el escaso amparo que los ambientes académicos suelen ofrecer a la literatura popular y que resulta más rentable cobijarse, pongamos por caso, en una investigación sobre El compromiso político en Buero Vallejo que en otra en torno a La comedia de humor y de costumbres durante el franquismo. Especialmente si se quiere hacer carrera con marchamo de "seriedad" en el honorable mundo del Alma Mater.

El descubrimiento de Payá, en el simple contexto de su trabajo, se nos antoja ya importante, toda vez que Suelo Mojado señala un hito en la trayectoria literaria del autor, previa a una obra teatral que debe estudiarse para comprender un periodo de nuestro reciente pasado cultural. Pero posee una serie de valores añadidos que la hacen muy recomendable para el lector que no vive solo de las novedades.

Por un lado se trata de una "rareza" dentro de un género que resultaba muy complicado cultivar en los tiempos recios de la Dictadura: la "novela negra" con tintes realistas. Sobre todo si recordamos que las ordenes gubernamentales en torno a sustentar la imagen de que "en España nunca pasaba nada" se extendía, incluso, hasta el semanario de sucesos El Caso", obligado a no sacar en sus páginas más de un delito de sangre en cada número. Por otro, nos encontramos ante un relato con nervio, vigoroso, que describe, en un ambiente de pesadilla -un Madrid sombrío y cutre bajo la lluvia- la huida de un individuo amenazado de muerte por una cuestión de "faldas". Y es en este aspecto donde la novelita, se revela como un prodigioso testimonio del lado sombrío de Madrid, del rigorismo moral de su tiempo y de las absurdas convenciones que un autor tenía que observar a la hora de enfrentarse a la realidad. Tal vez por eso, Alfonso Paso, decidió alejarse del rostro oscuro de la noche y, a diferencia del protagonista de su historia, en lugar de entregarse a la policía, optó por dedicarse a la comedia. La novelita, materia de análisis para la Sociología, reproduce una tesela de la Historia que no podemos olvidar.