Por fin el turismo va a ser tratado al máximo nivel. Nada menos que la ONU ha suscrito una resolución que hace historia pues reconoce que por medio del turismo se consigue generar ingresos, crear empleos, mejorar la educación y, en consecuencia, luchar contra la pobreza y el hambre. PeroÉ, no se hagan ilusiones, naturalmente no se refiere a esa cutrez de turismo en el que nos movemos los de por aquí, ese que mueve millones de turistas y de euros, el que despilfarra, el que se carga la cultura y las señas de identidad de las comunidades receptoras, el que envilece al practicante, el que destruye el medio ambiente y consume los recursos naturales, ese que crea cientos de miles de empleos, cuyo atractivo pendula entre el pasivo descanso y la alocada diversión practicada por los irresponsables miembros de una sociedad sin valores que va camino de la perdición. Nooo. El propio título de la resolución de marras ya nos da las pistas que nos permiten adivinar que no se trata de ese tipo de caduco turismo al que se refiere la ONU. Este es el título de marras: "Promoción del ecoturismo para la erradicación de la pobreza y la protección del medio ambiente". Eso, sí, eso ya es otra cosa. Ese turismo sí vale la pena recomendarlo. Se trata, ni más ni menos, que del "ecoturismo". ¿Qué virtudes se toman en consideración para que la máxima institución del mundo mundial se ocupe de él? Casi nada. Vean lo que reza la magna resolución: "el ecoturismo crea importantes oportunidades de conservación, protección y uso sostenible de la diversidad biológica y de las zonas naturales, al alentar a las comunidades locales e indígenas de los países en que se encuentran y a los turistas a preservar y respetar el patrimonio natural y cultural". Pero, lo más notable de las expectativas que encierra la histórica resolución es la expectativa de que esto sirva para "promover la inversión". Natural, porque queda dicho que hay que luchar contra la pobreza y el hambre y sin movilizar recursos, sin recaudar unas perrillas, difícilmente se consigue comer mejor y alcanzar mayores cotas de bienestar.

O sea, que hay que crear unas infraestructuras para atender a los visitantes que se gastarán su dinero para hacer rentables las empresas que se creen y puedan mantener los empleos y pagar los sueldos de los nativos, etc., etc. (Uy, y a mí que todo esto me suena). Pero, no para ahí la cosa, además, hay que mantener la diversidad biológica y preservar la cultura y el patrimonio cultural, lo cual implica que se esperan unos niveles de formación en los visitantes propia de auténticos biólogos y que habrá que establecer una separación entre los mismos y los indígenas y su mundo con el fin de no contaminar sus frágiles sociedades. Vamos que como nos descuidemos, una vez más, les vamos a hacer un flaco favor.

Ahora bien, como seguramente habrá que establecer un númerus clausus en la llegada de visitantes ya que cuantos menos aparezcan por allí más fácil será preservar y no subvertir sus valores más profundos, la cosa de la promoción y la publicidad puede resultar de lo más económico. Pocos -por no decir ninguno- anuncios en los medios de difusión. Incluso se puede plantear la necesidad de comunicar un mensaje restrictivo como: "No vengan más, por favor". Claro, y a los que atiendan los servicios posiblemente inculcarles a base de la formación ad hoc que deben transmitir un mensaje contrario a la fidelización para que los clientes no repitan ni practiquen entre sus conocidos el "boca oído" que tan bien funciona por aquí. En fin, un nuevo mundo en esto de la promoción del turismo.

La verdad es que tampoco se dice en la resolución que vaya a ser una tarea fácil. Ni a lo mejor se pretende que lo sea y lo que se busca es hacer méritos y abrir nuevos caminos, nuevas carreras para ser implantadas en los centros formativos. O quizás no se trate de una actividad pensada para este decadente mundo nuestro y eso es lo que a mí me presenta una serie de contradicciones. Se lo confieso, yo siempre había pensado que cualquier cambio que se operara en un entorno natural produciría alteraciones en el mismo y que eso podría ocurrir al introducir en él un cierto número de visitantes extraños. (Y eso que no llego a lo de un amigo maximalista que opina que, como para mantener la sostenibilidad del ecosistema cuanto menos lo toquemos mejor, más vale que el turismo ecológico no exista). Pero, pobre de mí, cuando 105 delegaciones han apoyado la resolución citada que nació de un informe emitido por la Organización Mundial del Turismo, con lo que toda esa gente sabe, seguro que han previsto la solución para conjugar la sostenibilidad del ecosistema con la del negocio turístico.

En fin, que mi gozo en un pozo. Que la preocupación de la ONU no iba con nosotros. Nuestro prosaico y aburrido turismo tendrá que seguir buscando y experimentando soluciones para mantenerse. Nuestros clientes seguirán marcando con su bendita dictadura las estrategias a seguir para mantener la sostenibilidad del negocio. Y espero que en sus prioridades se incluya la de dañar lo menos posible el ecosistema para forzarnos a seguir su exigencia al pie de la letra. Ya vemos que con la ONU no podemos contar. Están en otras cosas.