Dice el refrán que "cuatro ojos ven más que dos". Esa aseveración empleada comúnmente para solicitar más ayuda en el desempeño de cualquier actividad, la empleamos sin citar a nuestro médico de los ojos. En Medicina, determinadas especialidades, suelen ser denominadas por el órgano al que pretenden curar. Por ejemplo, solemos decir que vamos al médico de los pies, en vez de al podólogo. Al médico de la piel, para referirnos al dermatólogo. Al médico del corazón, cuando queremos ir al cardiólogo. Y, por supuesto, al médico de los ojos, cuando uno visita al oftalmólogo. Ese simplificado, evitando el término latino de la palabra, es más común y más fácil.

Como hoy voy a hablar de un gran médico de ojos, oftalmólogo para los colegas, el doctor Fernando Soler Ferrández, ruego tengan a bien disculpar mi cariñosa columna, nada académica. Lo conocí en Elche en el que lleva viviendo desde el siglo pasado. Porque a los médicos les da caché la edad. Así que Fernando lleva más de dos siglos ejerciendo la medicina de los ojos. Siempre que hablé con él tenía la sensación de estar hablando con una persona demasiado transparente. Era como hablar, y entiéndanme bien, como con una persona de pueblo que no tiene doblez. Que se expresa con la misma naturalidad que haría si estuviese en una mesa camilla. Sin imposturas, ni recovecos. Tienes la sensación de que todo lo que te está diciendo no tiene lugar al equívoco, o a la segunda lectura. A veces, incluso parece como cuando éramos niños y tu mejor amigo te contaba el gran secreto del cole. Y si de los niños será el Reino de los Cielos, pues Fernando, en la parte de la verdad, está más cerca.

Este curador de ojos, que me gusta más la palabra curador que sanador, organiza en Elche un "peazo" de congreso para que cientos de "toca-ojos" del mundo vengan a Elche a aprender las nuevas técnicas de recauchutados de los ojos. Aquí se encontrarán con una buena tierra y un excelente anfitrión. ¿Por qué iban a venir si no es por Fernando, el médico de los ojos de Elche? Ese FACO, que así se llama el congreso, debe ser una reunión en la que la gente se mira a los ojos, como todos nos miramos cuando hablamos, y de repente te recetan. "Cuarto y mitad de colirio en el ojo izquierdo que te lo veo rojito". "Échate esta pomadita por las mañanas que te he visto la pupila muy tocadita esta mañana". "Una cataplasma de manzanilla en los ojos es lo mejor que puedes hacer para ese dolorcito que tienes". Ya sé que no se hacen miles de kilómetros para venir a Elche a recuperar remedios caseros. Y ya sé que Fernando, el doctor Soler, es una de nuestras eminencias en oftalmología. Y seguro que sé, que los rayos láser y las técnicas más ultramodernas estarán estudiándose en este congreso para el bien de la humanidad. Pero también sé que el buen médico sabe las cosas sencillas y las cosas complejas. Como Fernando.

El doctor Soler irradia humanidad. Ese don que todas las profesiones deberían tener, pero que en la medicina es simplemente irremplazable. Todo lo grandote que es y todo lo bueno que es. Su fundación se encarga de atender a gentes desprovistas de cariño, afecto y recursos. Siempre lo he visto con una vitalidad enorme, con la misma sonrisa franca y llana que lo hace inequívocamente amable y locuaz. Nunca le he oído hablar mal de nadie. Y como yo tengo esta lengua tan afilada, y yo sí que hablo mal cuando me tocan los "ulls" o los "ous", pues admiro esa virtud tan sana de pasar de los demás de Fernando. Y mira que es hablador.

Esta sociedad, inmersa en una crisis de valores, necesita que miremos a personas como el doctor Fernando Soler para rellenar nuestra autoestima y nuestro compromiso con los demás. Hay demasiados valores en Fernando, como los hay en mucha gente, para dejar caer nuestra España querida. Esto tiene arreglo. Y el doctor Soler que lleva ejerciendo desde hace dos siglos, deberá hacerlo uno siglo más. Para que lo disfrutemos los ciudadanos.