Nuestras vivencias emocionales están ligadas, en gran parte, a los estímulos que percibimos a través de los sistemas gustativo y olfativo. Estos sentidos son los más antiguos evolutivamente y capaces de regenerar periódicamente sus neuronas receptoras en la lengua y en la nariz.
Por eso, los olores y los sabores nos conectan, muchas veces de manera inconsciente, con recuerdos y sensaciones que, de otro modo, permanecerían en un cajón inaccesible de la memoria. Además, conocimientos innatos relacionados con estos sentidos, nos generan unas reacciones específicas y muy adaptativas. En prueba de ello, el sabor amargo nos provoca rápidamente un rechazo, lo cual nos es muy útil porque dicho sabor aparece en sustancias tóxicas para los humanos, o en alimentos caducados.
Por el contrario, el sabor dulce suele producirnos atracción. También en este caso, nuestra respuesta innata es adaptativa, pues los dulces tienen un gran contenido calórico y su ingesta nos es beneficiosa para sobrevivir en circunstancias de escasez. Además, la glucosa es uno de los principales elementos que nutren a nuestro cerebro.
Un hecho curioso es la aversión al sabor en niños. Frecuentemente los más pequeños muestran desagrado ante alimentos como las legumbres; reacción que con los años suele desaparecer. Y en ocasiones más extremas, los problemas de alimentación de los jóvenes, asociados a trastornos como la anorexia o la bulimia, causan verdaderas dificultades en el desarrollo.
Y hay más: el Dr. Charles Spence, psicólogo experimental en la Universidad de Oxford, ha demostrado que otros estímulos, por ejemplo visuales o incluso auditivos, afectan a nuestra sensación del sabor. El color rojo de la fresa, provoca, por ejemplo, una reacción bien diferente del color morado de la uva. De modo similar, el sonido de morder una manzana o una crujiente patata fría suscita reacciones particulares que completan, por así decirlo, su sabor.
La gustoterapia aborda todas estas variables tratando de ofrecer respuestas eficaces a dificultades como la mencionada aversión al sabor y los trastornos alimentarios. Emplea, además, técnicas extraídas y modificadas del coaching para elicitar o despertar recuerdos de nuestra infancia y acercarnos, de este modo, a un momento de nuestra vida en el que nos sentíamos felices y seguros, -¿Qué sensación nos causa volver a probar aquella rebanada de pan con mantequilla y azúcar que nos preparaba nuestra abuela en la infancia, o el flash de coca-cola que saboreábamos en el parque aquellas tardes de nuestra adolescencia?-. Verdaderamente, mucho de nuestro pasado aún vive en ciertos sabores y ciertos olores.