El salto definitivo de la animalidad a la humanidad se produjo gracias a la expresión oral. Desde ese momento, la capacidad de articulación de los fonemas de los primeros hombres, fue volviéndose cada vez más exacta y compleja, hasta lograr transmitir ideas y sentimientos.

Según Ralph Linton, uno de los más destacados antropólogos estadounidenses de mediados del siglo XX, el lenguaje hablado se ha derivado de gritos animales; ahora bien, no se sabe cuándo ni cómo nuestros antecesores realizaron el considerable adelanto que supone el simbolizar las ideas por medio de grupos de sonidos, aunque es probable que sucediera, al menos, hace un millón de años, en la época en que comenzaron a utilizar utensilios y a manejar el fuego.

El autor opina que las primeras palabras surgieron con el propósito de comunicación entre los miembros del grupo y de identificación de las cosas y los animales que tenían a su alcance. Y que gracias a esta capacidad de transmisión, fue posible la cultura.

Por otra parte, la capacidad de nombrar una idea, sentimiento o cosa, logra crear un concepto en nuestro cerebro. Y así, gracias a la palabra, somos capaces de recrear ese concepto en nuestra mente a pesar de que no esté presente. Escuchando a un semejante, podemos ponernos en su lugar y experimentar algo parecido a sus propios sentimientos. Podemos, también mezclar diferentes palabras o conceptos y crear ideas nuevas por oposición, adicción o interacción.

Sin embargo, tratar de averiguar cuál fue la primera palabra que verbalizó un humano supone un reto intelectual interesante que extendemos a nuestros lectores. Además la cuestión resulta de gran interés si tenemos en cuenta que aquel término debía representar una parte importante de nuestra esencia humana. Para encontrar esos primeros fonemas que emitió aquel antepasado, tratando de generar una reacción determinada en un semejante, podemos considerar varias circunstancias:

En primer lugar, que el lenguaje oral es una forma de comunicación entre dos o más individuos.

En segundo lugar, que el ser humano es un ser social, que se beneficia de la colaboración (y no de la competencia) con otros miembros de su especie.

En tercer lugar, que el salto cualitativo que suponía trascender los métodos habituales de comunicación, probablemente basados en gestos, y recurrir a un mensaje oral, debía responder a la necesidad imperiosa de obtener una reacción concreta en el oyente. Y la necesidad más imperiosa en cualquier ser vivo es la supervivencia.

Por todo ello, podemos proponer, que aquella primera palabra, sin conocer evidentemente su forma, debía significar algo así como "¡Ayúdame!".