Hay mucha confusión e infinidad de estereotipos sobre el feminismo generados y alimentados para neutralizar su enorme potencia transformadora. A ello contribuyen las estrategias invisibilizadoras de logros tales como la abolición de la esclavitud o la universalización del sufragio y de la educación. Aunque fueron (y siguen siendo, pues en muchos lugares no se han alcanzado todavía) vindicaciones feministas, suelen presentarse como avances democráticos desvinculados de quienes empeñaron y empeñan su vida en su consecución. La inmerecida mala fama del feminismo es, por tanto, inversamente proporcional a los avances democráticos y sociales que el mismo ha conseguido y que propugna. La jornada reivindicativa del 8 de marzo que se conmemora internacionalmente sirve para realizar un balance anual del estado de los derechos y la situación de las mujeres, alertar sobre los retrocesos y llamar la atención internacional sobre la agenda pendiente. Y, fundamentalmente, también sirve recordar los logros, los avances conseguidos gracias a la lucha y alianza entre mujeres, que desde distintas situaciones, formación y pensamiento, lideradas por sindicalistas, socialistas y sufragistas, a principios del siglo XX, se unieron y fueron dando pasos adelante, para la obtención de los derechos laborales y políticos de las mujeres. Sólo con estas alianzas (a las que, por fortuna, cada vez más hombres también se unen) es posible el avance hacia la igualdad.

Por eso se me revuelven las tripas cuando aquellas que no sólo no han movido un dedo en este nada fácil camino de la reivindicación, sino que ponen todas las piedras posibles para hacerlo más difícil, se aprovechan de lo conseguido, usándolo, además, de forma espuria en beneficio propio en demasiadas ocasiones. Y, encima, tienen la desfachatez de hacerlo con ocasión de una jornada como el Día Internacional de las Mujeres.

De Cospedal ha calificado de machistas a las "cuotas" que garantizan una presencia mínima de mujeres en política. Tendrían que hacérselo mirar, porque si ella y tantas como ella están ahí es gracias a las vindicaciones feministas, que denostan pero de las que se aprovechan. La ministra Mato y su corifeo tachan de machistas las críticas recibidas por su implicación en el caso Gürtel, como si algo tuviera que ver el culo con las témporas y el mero hecho de ser mujer tuviera que blindarte ante las críticas legítimas. Hacer eso es una indecencia, un insulto a las mujeres, un escupitajo a la lucha por la igualdad que se empeñan en desactivar. Descendiendo a nivel local, la tribuna publicada en este diario por la alcaldesa de Alicante con ocasión del 8 de marzo, sintetiza a la perfección lo que denuncio. Y no es el único ejemplo.

Señoras, son ustedes unas indecentes y unas aprovechadas. Dimitan.