El pasado 11 de marzo entró en vigor la normativa europea que prohíbe la venta de productos cosméticos cuya eficacia y/o seguridad dermatológica haya sido testada en animales. O dicho de otra forma, en Europa está prohibido el uso de animales en el desarrollo de cosméticos. Esta normativa, que se aprobó por el parlamento Europeo en el año 2004, ha tenido un proceso de implantación en dos etapas, permitiendo una adaptación gradual de las empresas del sector a la misma. Así a partir del año 2009 ya no se podían utilizar ensayos dermatológicos en animales para testar la seguridad de nuevos productos con fines cosméticos, aunque todavía se permitía la venta de productos testados en animales antes del año 2009. Desde el 11 de marzo de 2013, sin embargo, ya se prohíbe la venta de cualquier activo cosmético que haya sido probado de forma directa o indirecta en animales. Y ello tiene aplicación para todas las empresas del sector que comercialicen sus productos en Europa, independientemente de donde se hayan desarrollado. Sin duda es un importante logro de las asociaciones de defensa de los animales y de los amantes de éstos, al ganar una importante batalla en su empeño de limitar el uso general de animales en investigación científica, reduciendo su empleo sólo al área de la investigación biomédica destinada al estudio de la patogenia de las enfermedades humanas y el desarrollo de terapias. Se impone de esta forma la conocida como "Regla de las 3 Erres" (3R), a saber, reducir, refinar y reemplazar, que permite un uso más racional y humano de los animales en investigación biomédica.

Los animales en la industria cosmética se han utilizado principalmente para evaluar la seguridad dermatológica de sus productos con el fin de certificar la ausencia de reacciones cutáneas adversas en los humanos. Con una legislación laxa se llegaron a realizar pruebas innecesarias en el testado de estos productos, injustificadas científicamente, aunque aparentemente necesarias para minimizar la responsabilidad civil de las empresas en el supuesto caso de una demanda por parte de los consumidores ante una reacción alérgica. Se creía que un buen dossier científico permitiría mitigar dicha responsabilidad exonerando a la empresa de responsabilidad. Afortunadamente, una sensibilización creciente en el cuidado, defensa y derechos de los animales comenzó a permear en los legisladores europeos, que no tardaron en poner orden estableciendo las normas actualmente vigentes, prohibiendo el uso de animales en injustificadas pruebas de seguridad dermatológica. Una pregunta que nos puede surgir como consumidores es ¿serán seguros dermatológicamente los cosméticos que se vendan a partir de la entrada en vigor de esta normativa? Y la respuesta es inequívocamente afirmativa. La ciencia ha progresado sustancialmente desde el 2004 hasta la fecha para desarrollar y validar ensayos alternativos a los animales, contrastados y predictivos de la seguridad dermatológica de los componentes cosméticos. Además, los cosméticos desarrollados desde el año 2009 en Europa han sido testados en estos ensayos alternativos y han resultado ser tan seguros como los que previamente se probaron en animales, mostrando un porcentaje de alergias equiparable, más dependiente de la sensibilidad cutánea de cada persona que del potencial alergénico del producto cosmético. En estos casos, lo mejor es cambiar de composición y adaptarnos a aquellas más compatibles con nuestra sensibilidad epidérmica. Por ello, hemos de congratularnos de que se haya dado un paso adelante, no solo en limitar el uso de animales en experimentación cosmética, sino en el desarrollo de métodos alternativos que garantice la seguridad de este tipo de productos. Los consumidores podemos estar tranquilos pues nuestra salud y seguridad está garantizada; y podemos estar contentos pues se ha realizado sin tener que hacer sufrir ni sacrificar a otro ser vivo. La sensibilidad mostrada por la sociedad y por los legisladores debería extenderse a otras facetas más lúdicas y de entretenimiento en las que todavía se están utilizando animales, haciendo caso omiso al sufrimiento y dolor que se les infringe. Una actitud hipócrita como esta es difícilmente justificable y sostenible, y debiera corregirse sin excusas.