En un libro de reciente aparición, "El pueblo contra el parlamento", Xavier Casals se pregunta en qué punto se halla la situación española, para contestarse seguidamente: aguardando una nueva oleada populista. De acuerdo con su análisis, se dan los dos elementos fundamentales que impulsan el populismo, a saber: extensión de la idea de que la política de los representantes electos no representa la voluntad de los votantes y consideración, también extendida, de que es necesario rebelarse contra los políticos si sólo velan por sus propios intereses. Esta semana y coincidiendo con el aniversario del 15-M, se han hecho públicas algunas encuestas que parecen poner de manifiesto el terremoto que está sufriendo el mapa político de nuestro país. La desafección hacia los dos principales partidos es interpretada, por muchos, como la antesala de la quiebra del sistema nacido de la transición. El camino hacia el populismo podría considerarse abierto.

Siempre me he tomado las encuestas con mucha tranquilidad, sobre todo cuando están tan lejos de los procesos electorales. Opinar, sin consecuencias y desde el anonimato, es una cosa y votar otra. En este momento, además, el porcentaje de personas que no manifiestan intención de voto es tan elevado que cualquier futuro resultado electoral es posible. Quiero creer que los ciudadanos piensan más su voto que la respuesta espontánea que ofrecen a las preguntas de los encuestadores hechas, generalmente, por teléfono. Tal vez me equivoque pero me interesa más analizar los procesos sociales que las encuestas.

Es innegable que se dan condiciones para la aparición de populismos de diverso tipo. La dureza de la crisis, la falta de expectativas de mejora y la inexistencia de explicaciones por parte de los gobernantes generan desesperación y animan a romper con un sistema que, de momento, sólo puede exhibir su fracaso. En estas circunstancias, no se puede descartar que algunos de esos movimientos lleguen a contar con un apreciable respaldo ciudadano. Para muchos, las situaciones difíciles requieren de decisiones rompedoras y "valientes", sin que quede muy claro qué significa eso. En la carrera por proponer alternativas, los que no se plantean si tendrán que rendir cuentas alguna vez de sus acciones de gobierno parten con ventaja porque pueden permitirse el lujo de la audacia o de la temeridad, sin miedo a las consecuencias. Reacciones emocionales construidas sobre análisis simplistas, unas gotas de discurso antielitista, la velocidad de las redes sociales y el envoltorio de programas televisivos de factura sensacionalista pueden cimentar movimientos populistas con relativa facilidad.

El problema con los populismos es que constituyen una fórmula de movilización política que puede ser utilizada de muchas formas. Targuieff habla de populismos de protesta y de populismos identitarios, estableciendo dos grandes distinciones. En España tenemos los dos ejemplos. El movimiento conocido como 15-M, del que ahora se conmemora el segundo aniversario, representa el populismo de protesta. Se construye sobre una crítica de las élites económicas y políticas y del sistema de democracia representativa, que considera al servicio de aquellas. Se erige en defensor de una democracia directa que se presenta como posible, pasando por alto los innumerables problemas de orden práctico, y no sólo práctico, que su ejercicio plantea. En todo caso, supone una forma de dinamizar el debate político cuyo valor cívico no debe ser ignorado. Aporta un plus a la calidad de la democracia, frente a los que pretenden limitar ésta al ejercicio del voto cada cuatro años. Sería un error pretender medir sus logros de una forma aislada. Es verdad que no queda demasiado de aquellas grandes movilizaciones de hace dos años pero también es verdad que el debate político se ha nutrido de muchas de las cuestiones que el 15-M puso sobre la mesa. Nos ha obligado a todos a replantearnos muchas cosas en relación con los objetivos y con las formas de la actividad política, lo que no tiene precio. Creo que es difícil sustituir al Parlamento como elemento central de mediación entre intereses e identidades diversos, pero igualmente creo que la existencia de movimientos tipo 15-M es perfectamente compatible con el funcionamiento de las instituciones de una democracia parlamentaria como la nuestra. Pueden, sin duda, contribuir a ampliar y a enriquecer sus debates, a poco que se les escuche.

Populismo identitario es lo que está intentando hacer, de nuevo, el PP en la Comunidad Valenciana. Con la excusa de una nueva "agresión catalana" a nuestras señas de identidad se pretende establecer una frontera excluyente entre el buen pueblo valenciano y los que están al servicio de los intereses extranjeros. Son las formas del viejo regional-populismo que en Valencia siempre se confunde con las maneras de la extrema derecha. Ensalzar la unidad del pueblo agredido sirve para ocultar las diferencias sociales en el seno de ese pueblo. En estos tiempos de crisis, la maniobra tiene un doble valor porque distrae la atención de lo que verdaderamente importa: el impacto desigual que las políticas que aplica el PP está teniendo sobre los diferentes grupos sociales realmente existentes.

No debemos obsesionarnos con las encuestas pero sí debemos preocuparnos por el camino hacia las elecciones. El objetivo de toda política virtuosa debe ser la ampliación del voto consciente, lo que obliga a trabajar para limitar el efecto de los señuelos emocionales y de los análisis simplistas. Las instituciones no son el único factor de cambio social pero constituyen una palanca importantísima para el progreso. Los ciudadanos deben ser conscientes de ello. Aprovechemos el impulso político que ofrecen los populismos de protesta con la mirada puesta en el fortalecimiento de unas instituciones auténticamente democráticas y representativas de todos los intereses, mientras desenmascaramos a los que manipulan las identidades para seguir vaciando de contenido la democracia. Movimientos como el 15-M ponen el foco en la realidad mientras que actitudes como las del PP intentan ocultarla. Esa es la diferencia y no es menor.