En 2010 el francés Stéphane Hessel publicó el libro «Indignaos», que rápidamente corrió como la pólvora entre los sectores más progresistas de las democracias occidentales, ya entonces castigadas por la crisis económica e inmersas en un proceso de recortes y desmantelamiento del Estado del Bienestar bajo el argumento de que era y es la única forma de salir de la recesión y generar empleo. En resumen, Hessel venía a pedir una respuesta ciudadana contra las políticas que, aprovechándose de la caída en picado de la actividad económica, nos estaban robando años y años de conquistas sociales. En muchos países, entre ellos España, el manifiesto contra la resignación tuvo eco y seguimiento, pero hoy, tres años después de salir a la calle el libro y los ciudadanos, apenas queda de aquello algo más que los cientos de personas que se agrupan en la plataforma «Stop desahucios» y que, con su persistencia, están logrando ganar la batalla a la ejecución indiscriminada de las hipotecas. Pero pese a las apariencias, no ha dejado de tener efecto lo que ha sucedido desde que comenzara a cabalgar esta crisis económica. El ciudadano ha pasado de la indignación, al cabreo y a la decepción. Informaciones como las publicadas ayer por este periódico sobre el mantenimiento en la Comunidad Valenciana del recargo sobre el IRPF para 2014, que penaliza a los asalariados, enfrentada a la noticia sobre los más de ochocientos mil euros que se ha gastado RTVV en sólo dos años en dar autobombo al presidente Fabra en todos y cada uno de los actos a los que ha asistido remueven las tripas de cualquiera. Y con más razón si se está sufriendo, como sucede en la mayoría de hogares de esta región, la lacra del paro y se ve como día a día pagamos más impuestos para recibir a cambio menos y peores servicios públicos. Que no se haya movido ni un dedo desde las instancias políticas para exigir responsabilidades a los culpables de la pésima gestión de nuestros tributos, que nadie se haya sentado en un banquillo, no por poner la mano para recibir comisiones y enriquecerse -que tampoco se han prodigado mucho estos casos y menos aún los que han terminado en la cárcel con todo lo que ha habido- sino por los cientos de millones que se han despilfarrado en parques temáticos como Terra Mítica, aventuras de película de terror como la Ciudad de la Luz, inventos propagandísticos puestos al servicio de intereses personales pero pagados por todos, como RTVV, o sueños megalómanos como la Ciudad de las Artes y las Ciencias o el aeropuerto de Castellón han llevado a la inmensa mayoría de los ciudadanos a un estado de decepción con los partidos políticos tradicionales. La sensación es que sólo se han preocupado por taparse las vergüenzas y se han olvidado de dar respuesta a los gritos de la calle para que los que han realizado una mala gestión expíen sus responsabilidades, ya que pagar, lo que se dice pagar, está claro que vamos a ser nosotros, los ciudadanos de a pie, los que tendremos que hacer frente a los efectos sobre el erario público de tanto mangante, chorizo o pésimo gestor. Mucho me temo que la cosa no se va a quedar en una simple desafección con el sistema, como otras veces, y que normalmente se traduce en un incremento de la abstención. Dar la callada por respuesta puede tener ahora un efecto más grave y el desbarre de los ciudadanos cabreados acabar siendo manejado por advenedizos populistas, extremistas y xenófobos. En 2015 hay elecciones municipales, autonómicas y generales. Quien avisa no es traidor.