Convulsión política con los resultados electorales del domingo. En todo el reino. Y, también, en Elche. El PSOE local, en línea con lo ocurrido en el resto de España, ha perdido 14.000 votos. Más allá de los análisis, me interesa ahora la respuesta. Ser práctico y pensar en lo que corresponde hacer para corregir el resultado y restablecer la confianza de las urnas.

El PSOE de Elche ha recibido un castigo. Pero, también, un mensaje. Incluso, quizás, una esperanza.

El castigo, el peor resultado de su historia. El mensaje, que el voto perdido ha ido a parar al seno de la izquierda reclamando un más rotundo y creíble compromiso con las políticas sociales y de solidaridad. La esperanza, que ha vuelto a ganar en sus barrios tradicionales como Carrús, Toscar, Plá, San Antón o Palmerales. Aunque, eso sí, con menos votos que cuando perdía.

Una conclusión parece evidente: el PSOE ilicitano debe lanzarse a reconstruir su tejido electoral. Y hacerlo rápido. Y hacerlo bien. Lo piden los ilicitanos. Lo necesita la ciudad que tiene derecho a exigir que dentro de un año se produzca un cambio en la Plaça de Baix. Y que ese cambio se produzca con una alternativa que, aunque fuese de coalición, resultara gobernable y estructurada en torno a una fuerza claramente hegemónica.

No es fácil el empeño. Pero hay una condición sin la cual esta empresa será, sencillamente, imposible. Esa condición es que el socialismo ilicitano comparezca ante la ciudad prietas las filas y unido al cien por cien. Y ello independientemente de que sobre esa unidad se desarrolle un proceso de competencia en elecciones primarias para elegir la opción a oponer al PP en las municipales. La competencia en primarias es buena y la entiende el ciudadano. La batalla interna es corrosiva y la castiga el votante.

Y, claramente, ésta no es la situación actual de la Agrupación. Quizás no lo ha sido nunca, si hay que hablar con sinceridad.

El proceso de afiliaciones. En estos momentos un tema hace que afloren con especial virulencia las tensiones larvadas. Se trata del desarrollo de un proceso de afiliación masiva y que en un número significativo de altas de nuevos militantes se produjeron anomalías e irregularidades que sorprendieron a algunos, irritaron a muchos y turbaron a todos.

Cabe decir a este respecto, que en el PSOE el acceso a la condición de militante es un derecho que tiene todo ciudadano. Un derecho que en los últimos congresos se ha ido facilitando haciendo decaer los antiguos controles de exigencia de avalistas y exposición de nombres de los «afiliandos» para que se pudieran oponer reparos. Hoy, en justa correspondencia con las exigencias de un partido abierto que aspira a borrar todas las fronteras con la sociedad civil, se trata de ser capaces de atraer y de implicar al mayor número de voluntades en el proyecto socialista con el nivel de compromiso que cada cual quiera asumir. Lo contrario sería conducir al partido a una posición de cerrazón y endogamia. Por tanto, independientemente de la resolución de este proceso, todos los ciudadanos que han mostrado su voluntad de ingresar en la organización socialista, lo harán. Porque ése es su derecho. Y porque ese derecho está activamente promovido por el propio partido.

En cualquier caso, es evidente que ese proceso ha de desarrollarse en total consonancia con el procedimiento. Y procedimiento son garantías. Para los que vienen y para los que están.

En estos momentos, el proceso de altas está sometido a expediente informativo que está sustanciando la Ejecutiva Nacional, a través de la Vicesecretaría de Organización con la colaboración del Departamento de Afiliaciones de la Ejecutiva Federal. Este expediente deberá determinar incidencias y anomalías. Deberá clarificar y fijar el censo de la Agrupación y depurar, finalmente, las responsabilidades en que se haya podido incurrir. En esas manos está el expediente.

Y es difícil que esté en manos más solventes.

Una división con raíces históricas. Ahora bien, lo que no hará el expediente, por mucha diligencia que ponga en su empeño, es resolver el verdadero problema que aqueja a la Agrupación Socialista de Elche. Su capacidad para actuar como un todo. Su eficiencia a la hora de lanzar un mensaje nítido y contundente a la ciudad. Eso no hay expediente que lo resuelva. Eso no corresponde al procedimiento. Eso corresponde a la política.Ese objetivo no está en los estatutos del partido. Está en la voluntad de quienes lo habitan.

Y cómo hacerlo. Nada fácil. La historia de la Agrupación, por lo demás algo más común en las organizaciones socialistas de lo que sería deseable, ofrece una larga tradición de divisiones y sensibilidades difícilmente conciliables. A menudo, y ése puede ser el caso, selladas de manera hermética e impermeables al más mínimo atisbo de entendimiento.

Al inicio de mi recorrido como secretario general lo intenté. No fue posible. Soy incapaz de discernir por qué. Prefiero pensar por quién. Y prefiero pensar que por mí. Por mi falta de acierto o constancia. Quizás, por mi condición de recién llegado, algo que en algún momento llegué a pensar que no tendría por qué ser necesariamente malo. Seguramente, por haber aparecido enfrente de los que no me apoyaron sin acabar de ser considerado como perteneciente a los que sí lo hicieron.

El hecho de estar el PSOE local sin la vara de la Alcaldía en este tiempo ha puesto las cosas mucho más difíciles. El poder es una excelente amalgama para aparentar la unión o, cuando menos, una estupenda excusa para ocultar la desunión.

La necesidad de un compromiso. Pero, llegados a este punto, la solución ha de ser tan clara y contundente que pasa indefectiblemente por alcanzar un compromiso de corresponsabilidad en la dirección. Un compromiso sólido de todas las sensibilidades en la gestión de la Agrupación. Todos dentro. Nadie fuera.

Ese compromiso habrá de materializarse en un órgano regular del partido. Es evidente que el escenario deseable apunta a un órgano ya existente en la actual configuración orgánica. O sea, en la Comisión Ejecutiva que habría de abrirse a quienes están fuera. La opción de apuntar a una gestora difícilmente podría desembarazarse de la evidencia de haber supuesto un fallo orgánico. Debería ser la última solución.

En cualquier caso, la condición sine qua non es la voluntad. Con ella será posible la dosis de generosidad y compromiso necesaria para lograr lo que no queda más remedio que lograr. Un auténtico «Compromiso por Elche».

Eso es lo que la ciudad espera ahora mismo del socialismo ilicitano.

Un compromiso que permita a la ciudad identificar al partido que la llevó a las mayores cotas de bienestar y prosperidad que jamás había conocido en su historia.

Un compromiso que recupere para el PSOE la imagen de referencia sólida y estable en el municipio.

Un compromiso que devuelva a la ciudad la senda de la modernidad y el progreso.

Un compromiso que rescate la cohesión ciudadana en peligro en estos tres últimos años.

Un compromiso que, en espera del retorno del nivel de vida, devuelva a los ciudadanos la calidad de vida en su ciudad.

Un compromiso que resitúe al PSOE como partido central del sistema político ilicitano.

Todo ello es posible. Una lectura sosegada de los resultados electorales permite ver que los electores han castigado al PSOE. Pero no lo han expulsado de la vida política. Ni siquiera, de la posición de privilegio. Junto al castigo, los ilicitanos han enviado una llamada de atención. Y una exigencia. La de que presente una alternativa sólida y nítida para quienes son víctimas señaladas de la crueldad de la crisis global como ciudadanos, y de quienes son maltratados por el abandono municipal como vecinos.

El concurso de un PSOE fuerte y sólido es necesario para acabar con esta política de apropiación de la riqueza de todos para ponerla en manos de unos pocos, que practica el PP local, y volver a la política de redistribución de la riqueza entre todos en una ciudad con más y mejores servicios.

Es difícil ver otra solución. Todo mi empeño irá encaminado en los próximos días a lograrla. Estoy convencido de que, por difícil que sea, no faltará la voluntad y el empeño de nadie en esta tarea.