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Gerardo Muñoz

Llora el teléfono

El 12 de junio de 1883 el periódico alicantino «El Eco de la Provincia» publicó una noticia titulada «El Teléfono», firmada por G.C.H.

Siete años después de que el escocés Graham Bell patentara este aparato en Estados Unidos, adelantándose al verdadero inventor del mismo, el italiano Antonio Meucci (quien hizo una demostración pública en Nueva York en 1860), el diario alicantino informaba de que «el teléfono está en operación en muchas partes. En los Estados Unidos hay nada menos que 3.000 aparatos en uso hoy día, y la invención ha empezado á usarse en Europa también», habiendo ya varios instalados en capitales como Londres y Berlín. Además de describir el aparato, el periodista vaticinaba que «no está lejos el día en que será de uso poco menos que universal», por tratarse de un aparato «sencillo y muy barato».

Un año después, el 9 de junio de 1884, se instaló la primera línea telefónica en Alicante, entre el Gobierno Militar y el Civil, cuyos gastos (872´25 pesetas) fueron sufragados por la Diputación Provincial.

La regulación del servicio telefónico público en España se había iniciado con el real decreto de 16 de agosto de 1882. El titular era el Estado, pero la explotación se cedió a empresas privadas mediante concesiones que se otorgaron por subasta pública.

El 12 de mayo de 1887, «El Liberal» reclamó la instalación urgente de una red urbana en Alicante, donde «son varias las líneas telefónicas de servicio particular que desde hace algún tiempo vienen funcionando» como en «las estaciones de los ferrocarriles, la Delegación de Hacienda, la Aduana, el puerto, la fábrica de tabacos y otros puntos». Y solo cinco días después, «La Unión Democrática» avanzaba las principales bases y condiciones de suscripción para montar una red telefónica en Alicante, que debía tener un mínimo de cincuenta abonados. Los interesados debían dirigirse a la calle de la Virgen de Belén, 6 y 8, entresuelo, izquierda, donde estaba la sede de la empresa que dirigía Enrique María Ripoll. Esta empresa obtuvo el 18 de julio de ese año la concesión de la red de servicio urbano de Alicante, con un radio máximo de diez kilómetros desde la central telefónica, lo que permitiría, tras la instalación de sucursales de dicha central, extender el servicio a buena parte de San Juan, Muchamiel, San Vicente y Villafranqueza. La cuota de abono, a satisfacer por mensualidades adelantadas, era de 20 pesetas para casas particulares, y 50 para negocios, casas de vecindad y establecimientos públicos.

En 1894 fue fundada la Compañía Peninsular de Teléfonos (CPT), que muy pronto se expandió, adquiriendo otras empresas más pequeñas, como la de Ripoll, en Alicante. Por prestar un servicio público, la CPT solicitó (y en algunos sitios obtuvo) la exención de impuestos municipales. Aquí presentó la instancia en el Ayuntamiento en octubre de 1918.

La deficiente calidad del servicio telefónico y la mucha demanda sin atender que existía en todo el país, propició la fundación, el 25 de agosto de 1924, de la Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE), empresa constituida con capital privado, perteneciente en su mayoría a la «International Telephone and Telegraph Corporation» (ITT), la cual presentó un proyecto al Gobierno en el que garantizaba atender la demanda latente y resolver el funcionamiento deficiente del servicio telefónico.

Durante los años siguientes, la CTNE fue asumiendo el control del servicio telefónico en casi toda España, absorbiendo la mayoría de las empresas que hasta entonces lo habían estado gestionando. En Alicante, donde el servicio «más por dejadez que por necesidad, ha estado durante muchísimo tiempo en estado de abandono» (El Tiempo), la CTNE se hizo cargo del mismo el 1 de octubre de 1927.

El secretario general de la CTNE solicitó el 14 de diciembre de 1929 al Ayuntamiento de Alicante permiso para comenzar las obras de un edificio de tres plantas en el solar de 330 metros cuadrados que había en la avenida de Zorrilla, 10, para alojar oficinas y una central automática. Se autorizó la construcción el 2 de enero siguiente.

El 23 de abril de 1930 el alcalde recibió un nuevo escrito de la CTNE solicitando permiso para instalar la red automática. La existente hasta entonces («constituida por medio de cables de cáñamo y grandes ramales de hilo desnudo en muy mal estado de conservación apoyados sobre los tejados») era incompatible con el nuevo sistema, por lo que la empresa se comprometía a construir una nueva distribución más adecuada, «por medio de cables principales subterráneos, desde la central á las distintas manzanas de la población, donde se conectarán con los pequeños cables que se colocarán a lo largo de las fachadas de los edificios. Estos pequeños cables se instalarán en forma tal que casi sean imperceptibles y a veces invisibles». No obstante, en los barrios apartados y zonas de chalés, «donde la edificación no es continua á lo largo de la línea de fachadas», la distribución se construiría sobre postes.

A partir de mayo, el Ayuntamiento y la CTNE negociaron las condiciones de las obras, al mismo tiempo que éstas se iniciaban. A propuesta del arquitecto municipal, el Ayuntamiento trató de imponer cinco condiciones, de las cuales dos no fueron aceptadas por la empresa telefónica. Las discrepancias duraron varios meses. El 7 de agosto, por ejemplo, el alcalde prohibió la instalación de postes en la avenida de Maisonnave para un cruce aéreo cuyo cable se apoyaba, por un extremo, en una casa de su propiedad, y en el otro, en una casa que pertenecía al secretario del Ayuntamiento.

Las obras de canalización no tardaron en generar protestas. El 19 de agosto, «El Tiempo» denunciaba «los atropellos que está cometiendo en las calles de Alicante, la compañía Telefónica Nacional de España», por tenerlas «intransitables, llenas de zanjas mal rellenas; montones de tierra y adoquines y en fin, todo aquello que si estuviera en esta forma el tiempo indispensable sería perdonable; estando una semana y otra, hace pensar que la omnipotencia de la tan cacareada Compañía ha llegado hasta el Ayuntamiento y su alcalde».

Y a estas protestas siguieron las «constantes quejas» que, según el alcalde, le dirigían numerosos alicantinos por el aspecto antiestético que ofrecía la fachada del edificio que la CTNE estaba construyendo en la céntrica avenida de Zorrilla. Así se lo hizo saber al director general de dicha empresa en una carta que remitió el 8 de noviembre, adjuntándole dos fotografías del edificio en cuestión.

La polémica por las obras de la nueva red telefónica (incitada en parte por las servidumbres de paso ejecutadas para la instalación de cables) concluyó a finales de año, con la publicación durante treinta días de un edicto del gobernador civil, sin que se recibiera en dicho plazo reclamación alguna.

La reconciliación se formalizó el 27 de marzo de 1931, cuando una delegación de la CTNE invitó a un nutrido grupo de periodistas a visitar tanto la nueva central como la antigua (situada en el paseo de los Mártires), convidándoles luego a una cena en el restaurante del hotel Palace.

Al día siguiente, a las cinco y media de la tarde, se inauguró oficialmente el servicio automático y la apertura de ocho locutorios: «uno en la Avenida Méndez Núñez y los siete restantes en los barrios extremos», informó «El Luchador», periódico que explicó ampliamente la diferencia entre el servicio manual y el automático en su edición del 27 de marzo, y cómo realizar una llamada automática (empezando por la marcación del número en el disco), al día siguiente.

Aquel 28 de marzo de 1931 en Alicante había instalados 1.773 teléfonos. Diecinueve años después, había 3.986 aparatos y estaban a punto de ser instalados 700 más. En una entrevista publicada en INFORMACIÓN el 13 de julio de 1950, el delegado de la CTNE declaró que ésta tenía en Alicante 96 empleados, 52 de ellos telefonistas. Sobre los futuros adelantos en el servicio telefónico, dijo: «En Norteamérica se está haciendo uso de los cables llamados coaxiales, que se emplean al mismo tiempo para telefonía y televisión y permiten transmitir un gran número de comunicaciones simultáneas».

El periodista de «El Eco de la Provincia» que firmaba con las iniciales G.C.H. tenía razón cuando escribió en 1883 que el teléfono «será contado entre las grandes invenciones del siglo XIX». Durante todo el siglo XX fue el medio de telecomunicación interpersonal de mayor inmediatez, capaz de transmitir no solo la voz, sino también las emociones y los sentimientos. Emblemática en este sentido es la canción «Llora el teléfono», que tan célebre se hizo en España a mediados de la década 1970, en la voz de Domenico Modugno.

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