Vivimos en un mundo que envejece rápidamente y las personas mayores desempeñan en él un papel cada vez más importante. Con esta idea, el día 1 de octubre se celebra cada año el Día Internacional del Mayor, con el que se trata de concienciar a la sociedad sobre las necesidades específicas de un colectivo cada vez más numeroso. Hay que tener en cuenta que, de hecho, sumamos ya más de 32.000 personas mayores de 65 años, lo que supone un 14% de la población en nuestra ciudad. Ésta se trata de una etapa más de la vida, con sus características y peculiaridades propias, donde la salud física y mental son dos aspectos que cobran una extraordinaria importancia. Ya no se trata de conseguir más años de vida, sino de dar vida a esos años.

No debemos relegar, desde luego, a las personas simplemente por su edad, porque el desarrollo, tanto personal como social, de cada uno no termina, ni mucho menos, en los últimos años de vida adulta. En esta etapa, que considero tan importante, se pueden potenciar muchas experiencias y habilidades, y existen diferentes y relevantes aspectos que no debemos olvidar.

En este sentido, la actitud o tendencia a permanecer activos, interesados, y con esa fuerte voluntad de conocer y aprender de nuestras personas mayores ha llevado a esta Concejalía de Mayores a desarrollar a lo largo de todo el año numerosas políticas específicas centradas en ellos. Para ello, hemos puesto en marcha cursos de informática, clases de memoria, yoga, talleres de salud, de alimentación o de seguridad, bailes, y muchas más actividades que han tenido muy buena acogida porque, por suerte, contamos con esas personas que quieren seguir aprendiendo y para las que la edad no es un obstáculo. En definitiva, hemos apostado y trabajado (y seguiremos haciéndolo) por facilitarles recursos educativos, culturales, recreativos y de ocio aprovechando además esas oportunidades para desarrollar plenamente todo su potencial, porque consideramos que el envejecimiento puede ser también signo de vitalidad.

Así, desde estas líneas me gustaría pedir que todos consideráramos a nuestros mayores como merecen y aprendiéramos de ellos, porque son ejemplo de vida, constituyen un recorrido importantísimo de experiencia y sabiduría que transmiten de generación en generación, y son razón y conocimiento. Somos lo que somos por ellos.

¿En qué sociedad viviríamos si se discriminara a nuestros mayores o no se les respetara? Sólo estaríamos ante una sociedad vacía, que pierde recursos valiosísimos por no saber apreciarlos y que no tiene en cuenta la conciencia y el conocimiento como valores potenciales de desarrollo y avance social. Por todo esto, me rebelo a que un mayor se pueda sentir un extraño en su familia o en su sociedad y, para ello, desde las instituciones debemos seguir trabajando día a día para evitarlo. Quisiera que la celebración del Día Internacional del Mayor no quedase relegada a actos conmemorativos o institucionales, es decir, es necesario que cada uno de nosotros tomemos conciencia de todas las dimensiones que atraviesa esta etapa de la vida y dediquemos nuestras acciones y esfuerzos a conformar una red que beneficie no sólo la comprensión sino también una justa inserción social de nuestros antecesores.

Como dijo en una ocasión Ingmar Bergman, «envejecer es como escalar una gran montaña; mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre y la vista más amplia y serena».