Los medios de comunicación de todo el mundo han difundido la noticia. El ébola en Europa. España, «puerta» a otros países europeos. España y Francia a la cabeza de riesgo. Una por fronteras y otra por francófona y la población que viaja continuamente a esos países. Quienes viajan a esos lugares en muchos casos, al regreso mienten al rellenar los formularios de los aeropuertos diciendo que no han estado en contacto con enfermos de ébola. Sin síntomas avanzados es difícil detectar la enfermedad como el caso de la auxiliar de enfermería de La Paz Carlos III. Se desconoce cómo pudo contagiarse esta auxiliar al haber entrado solo dos veces a la habitación de los padres García Viejo y Pajares, ya moribundos.

Cuando los expatriaron hubo una silenciosa confrontación de opiniones entre la ciudadanía y los sanitarios. Y no era para menos. Aunque duela decirlo, los sacerdotes, después de dedicar sus vidas al servicio de los más desprotegidos, podía haberse evitado traerlos cuando no había nada que hacer por el riesgo que suponía para el resto de la población. Pero decir esto en voz alta o en tinta va contra de los Derechos Humanos o mejor dicho contra la compasión de uno mismo y no es ni humana ni políticamente correcto. No nos engañemos. La llegada del ébola era cuestión de tiempo. Melilla, pateras, aviones, productos? Cualquier medio.

Ahora las circunstancias son otras. Y esperemos que acabe con este caso aislado porque unos trabajadores sanitarios que han estado cerca o en contacto con los enfermos son héroes, y aunque merecieran unas vacaciones, porque les correspondía, o bien por la tensión que supuso cuidar a los enfermos, tendrían que estar en cuarentena los 21 días de la incubación de la enfermedad controlados sanitariamente. Es lo que se comenta en los hospitales.

En los hospitales de nuestra Comunidad, los más preocupados son el personal de ambulancias que no disponen de equipos y no saben distinguir la enfermedad pero sobre todo los servicios de urgencias de los hospitales donde a diario se ven muchos pacientes de procedencia africana, que, aunque no tengan síntomas, los médicos no saben absolutamente nada de ellos siendo, el personal sanitario en general los que han de diagnosticar el problema. ¿Tiene remedio? El que más y el que menos andamos muy preocupados porque ¿quién no tiene a algún familiar en la puerta de Urgencias pura y dura?

Los servicios de urgencias, «la puerta» de los hospitales, es una unidad de excelentes médicos acostumbrados a sacar adelante a los pacientes en situación límite y cuando en la mayoría de los casos esto ocurre, los pacientes suelen olvidarse de aquellos que les sacaron adelante porque los pasan a planta al especialista correspondiente. Pero el trabajo bien hecho tiene una recompensa personal: haber cumplido con su deber, dar la mano al paciente y unas palabras de ánimo.

No podemos dormirnos en los laureles. Hay que crear protocolos de urgencias y tener previstas plantas aisladas, material clínico, ropas adecuadas para sanitarios, etcétera, igualmente para las ambulancias bajo sospecha de que el enfermo padezca algún síntoma como fiebres, diarreas, etcétera, y lo más importante todo el personal sanitario ha de cumplir estrictamente los protocolos de actuación que difunde, desde hace años, la Organización Mundial de la Salud.