scucha, vengo a hablarte de ella. Seguro que su cara te suena. Verás se llama Paciencia, es una misionera de origen guineano que dejaron en Liberia, cuando el gobierno decidió rescatar al misionero, Miguel Pajares, afectado de ébola. Ella no tenía pasaporte español y no la pudieron repatriar. Te imaginas que tuviéramos que traer a todas las personas afectadas de ébola. No pudo ser. Ella se quedó en un hospital de esos que, sin conocerlos, me da la sensación que nos causaría trauma a cualquiera de nosotras. Allí, con un baño para treinta personas, muriendo cada día vecinos de pasillo, ella resistió y, milagrosamente, se ha curado. Bueno, lo de milagrosamente es un decir porque ya nos lo avisaban quienes más saben de esto, los chicos y chicas de MSF, que el tratamiento es el mismo en África que aquí. Ahora que está curada, ha donado su sangre, su plasma, para intentar curar a otras personas infectadas, como fue el caso de Teresa Romero. Piensa, a Paciencia le pedían pasaporte español para repatriarla; a su sangre no le piden nada. Es un poco así como el dinero. Si el hijo de Jordi Pujol compra un hotel en Canarias con dinero del extranjero, pues estupendo porque lo que necesitamos es inversión y que este país salga a flote. Pero volvamos a Paciencia, ella ha vuelto, y como si de una Star System se tratase, ha quedado envuelta en una nube de flashes y periodistas, ha salido en todos los periódicos y en todas las cadenas. Y todo el mundo ha destacado su sonrisa amable, su alegría de vivir y su ¡falta de rencor! ¿Por qué habría de tener rencor? Se hizo lo que tuvimos que hacer, traer al ciudadano español y ella, ahora que está curada, puede venir, que comparta su plasma con nosotros y que, de paso, nos cuente su experiencia. Si además nos emocionamos, es humano, los españoles somos muy emotivos, forma parte de los tópicos que circulan sobre nuestra identidad. Y además, hace honor al contenido semántico de su nombre. Y la paciencia, del vocablo latino patientia, describe la capacidad de una persona para tolerar, atravesar o soportar una determinada situación sin experimentar nerviosismo ni perder la calma. Paciencia, sin perder la sonrisa, ha contestado a preguntas, algunas impertinentes que tratan de culpar a nuestro país por no repatriar a la misionera guineoecuatoriana -y eso que Guinea Ecuatorial fue antigua colonia española, allí se habla español y nos interesa estar bien con su Presidente, pero la ley es la ley-.

No entiendo cómo se alude al rencor, si el caso de Paciencia es la ilustración de lo que hacemos con África. No nos interesa ella, nos interesan sus recursos, su petróleo, sus minerales. Fíjate, el otro día una amiga me dijo que a su hija le han ofrecido trabajo en el Congo, en una compañía petrolífera, claro. De África, nos interesan sus tierras compradas por empresas extranjeras que cultivan a escala industrial para la producción de biocombustibles y dejan en la más absoluta miseria a familias que se dedican a la agricultura. No destaques el rencor que pudiera sentir Paciencia. Ella, su rostro, su imagen, es una sinécdoque alegórica de África, siempre paciente, siempre sonriente, a pesar de.

Y es que el hombre blanco, siempre se ha distinguido por su sentido práctico de las cosas respecto a la vecina África. A Paciencia se la dejó allí porque cumplimos la ley, pero ahora necesitamos su plasma para investigar, entiéndelo. Ha podido contribuir incluso a la curación de Teresa Romero. No te sorprendas, ocurre lo mismo en otros ámbitos. Somos cómplices, junto a la Comunidad Internacional, de su permanente saqueo. Les vendemos armas, porque siempre hay conflictos y para eso tenemos en nuestro gobierno a personas con intereses en industrias armamentísticas. Y si se les ocurre huir hacia Europa solicitando asilo político, pues reforzamos la valla de Melilla, cambiamos la ley para que esto no se convierta en un coladero. Eso sí, a la valla la hemos dotado de una bonita vista, el magnífico campo de golf de Melilla construido con fondos FEDER de la UE destinados a «reducir las diferencias entre los niveles de desarrollo de las regiones europeas» y a que «las regiones menos favorecidas se recuperen del retraso que sufren», un magnífico club de golf de gestión privada. El campo de golf de Melilla, con sus espectadores africanos incluidos, es también, como en el caso de Paciencia, una sinécdoque alegórica de lo que es Europa. ¡Ay, Paciencia! su nombre sabe a paz, su plasma huele a curación y espero que no vaya sola por las calles de este país, no sin la documentación en regla. La UE, y España se ha prestado gustosa, ha puesto en funcionamiento un latinismo, otro, Mos Maiorum que, sobre el papel es un operativo policial para dibujar el mapa de las migraciones y detectar las mafias, pero en el fondo encubre una especie de redada según el físico, una operación masiva de expulsión de toda persona non grata originaria del continente africano. Te das cuenta, cuánto ha iluminado la sonrisa de Paciencia, hasta ha conseguido remover las conciencias de los titulares de prensa.