Según los expertos, los seres humanos, para lograr un equilibrio en la vida adulta que nos lleve a la felicidad, hemos de partir desde nuestra niñez (0/7 años) con patrones (referentes) claros.

El problema es que el papel de padre, o de figura masculina de referencia, no se puede aprender en un master, y parece ser que la gran preocupación de un padre o tutor va más dirigida hacia la formación en valores, hábitos y cultura de esfuerzo, de los niños o adolescentes de su entorno que a la eficaz gestión de sus habilidades comunicativas (verbales o simbólicas). Tampoco en las escuelas se forma a nuestros estudiantes en este ámbito: en la gestión de lo que el gran filósofo Pierre Bourdieu llamaba «capital simbólico», la parte visible de nuestro «yo», lo que hoy en día llamamos «marca personal». Así, durante nuestra vida elegimos los símbolos de nuestra apariencia -nuestra «imagen de marca personal»- de forma autodidacta, copiando a gente que admiramos pero sin saber lo que comunicamos.

Valga este artículo para ayudar a cualquier hombre a tomar las riendas de su «marca personal» y a ser un eficaz referente. Porque seamos o no conscientes, a todos los adultos nos miran y nos copian.

Cuando llevamos a cabo un proceso de asesoría de imagen para hacer eficaz una «marca personal», lo dirigimos a las circunstancias que el cliente considera importantes en su vida, el papel que desea jugar en ellas y el objetivo que persigue. En este caso serían las situaciones en las que interviene como padre, real o funcional, y el objetivo: convertirse en la persona de referencia masculina ideal para los niños o jóvenes que le tengan como patrón, sean o no sus hijos.

Para ello, se filma y fotografía al cliente y se analiza todo cuanto influye en lo que compone la apariencia: movimiento y postura corporal, expresión verbal y facial, peinado, tonalidad de piel, vestuario, complementos, etcétera, para detectar con el cliente los campos sensibles de mejora y proponer las acciones necesarias para lograrlo. Como vamos a ver a continuación, en cada una de las áreas del proceso, que son básicamente tres:

1. Las cualidades que elije transmitir cada padre para comunicarlas con su apariencia y sus actos, por ejemplo coherencia, cercanía, complicidad, salud, buen humor, honestidad, bondad, disciplina, etcétera. El modo: entrenar su percepción, mirar a su alrededor y en personajes de películas, para encontrar a sus propios referentes o renovarlos. Y sobre todo respirar de un modo fluido, sonreír, observar y escuchar.

2. Los hábitos saludables para con su organismo (comer alimentos sanos y variados, despacio, masticando hasta salivar la comida, sin distracciones, descansar lo suficiente, hacer ejercicio regularmente); su entorno (familia, llegar a casa sonriendo al reconocer la suerte que tiene de tener esa familia, compartir las experiencias del día sin acritud, interesarse por cómo le ha ido el día a los demás miembros, etcétera. Implicado socialmente, participando en asociaciones y ONG) y el medio ambiente: teniendo los enseres necesarios y regalando lo que no se utiliza, consumiendo solo la energía necesaria y separando los residuos, llevándolos a los contenedores con sus hijos para crearles el hábito.

3. La armonía de las formas corporales que científicamente dan un aspecto agradable. Su nombre: proporción áurea en peinado (si lleva la cabeza rapada se da naturalmente) y vestuario (prendas de ropa de su talla, de colores armoniosos, sin holguras ni estrecheces, que visualmente hagan el torso más ancho que las caderas y las piernas igual de largas o más que el tronco).

Espero haber ayudado al lector-padre-referente o a alguna persona de su entorno que se sienta atraída por este apasionante campo que es transmitir el mensaje personal, de su «marca», como si del logotipo de una empresa se tratara. Porque hay una verdad que, como decía Serrat, no es triste: es que no tiene remedio. No existe un alfabeto visual colectivo que pueda dirigirnos hacia un diccionario de símbolos. La «imagen de marca personal» se trabaja por eliminación y de un modo minimalista. Con el famoso: menos es más. Suerte en el proceso y feliz día del padre.