El comercio es a una ciudad como la piel al rostro: imprime carácter. Hasta el punto que podemos identificar el dinamismo o la decadencia de un lugar por medio de la vitalidad de unos comercios que son fundamentales para hacer ciudad. Los establecimientos comerciales no son solo lugares en los que adquirir bienes y servicios necesarios para nuestra existencia, sino que también dan vida a nuestras calles y plazas, actuando como intercambiadores relacionales, al tiempo que dinamizan los barrios al incentivar la economía, la movilidad y la propia convivencia. Es por ello que los barrios con comercios son espacios vivos, en los que apetece pasear, acudir al encuentro del otro, descubrir nuevas propuestas, mientras que los barrios sin comercios son espacios mortecinos y sin vida, más inseguros. Y precisamente por ello, la gente sale a lugares donde hay comercios, porque también allí hay personas, intercambios, energía.

Se entenderá, por tanto, que quienes apoyaron en su día el fracasado Plan Rabasa respaldaban también, como algunos señalamos, desplazar la vitalidad del centro y de los barrios de Alicante hacia una periferia artificial, lo que hubiera dañado sin duda el comercio tradicional. Y por ello también, quienes apuestan nuevamente por la creación de un gigantesco macrocentro comercial en aquella zona están contribuyendo a debilitar un comercio local que vive lustros de abandono y dejadez, soportando con dificultad los efectos de una crisis económica profunda que ha tenido como una de sus consecuencias inmediatas un notable retroceso en el consumo que ha dañado de forma apreciable los ingresos de muchos establecimientos. Basta con recorrer las calles de nuestra ciudad, en el centro y en sus barrios, para ver un paisaje de comercios cerrados, cientos de locales abandonados y sucios que contribuyen así al deterioro de la ciudad, sin que nuestras autoridades locales hayan hecho absolutamente nada a lo largo de estos años de dificultades y apuros para ayudar a tantos comerciantes, que como héroes han resistido en muchos casos manteniendo abiertos unos establecimientos sobre los que recaen cada vez más impuestos y gastos, y que apenas dan para sobrevivir en medio de la mayor crisis económica desde la Guerra Civil.

Los comercios locales llevan décadas luchando por resistir ante la irrupción de nuevas fórmulas de venta. Primero fueron los supermercados, luego llegaron los grandes centros comerciales y más recientemente el comercio electrónico, obligando a cuidar más los establecimientos, dotar de una mayor especialización a la oferta y mejorar la identidad con los clientes. Pero la irrupción de la crisis devastadora que empieza en 2008 y a la que no se ve el final, junto a una política municipal de abandono del comercio tradicional mientras se dedican apoyos y recursos al proyecto de creación de un gigantesco centro comercial junto a Ikea, en Rabasa, han acabado por subrayar la soledad en la que se encuentran los comerciantes y la ausencia de una política de apoyo al comercio de barrio como parte de una inexistente actuación de revitalización de la ciudad.

No se puede comprender cómo las reuniones apresuradas que se están manteniendo ahora con los comerciantes ante la aprobación del ATE de Ikea, no se han realizado con la misma intensidad a lo largo de los años en que se ha estado tramitando esta propuesta por parte del mismo equipo de Gobierno municipal. Ciertamente, el alcalde no es el mismo, pero sí el resto de concejales, que seguramente han visto la necesidad de comenzar la precampaña electoral y han caído en la cuenta del clamoroso abandono al que esta ciudad viene sometiendo al comercio de barrio, y les aseguro que no es una exageración por mi parte. Para tener buena idea del desprecio que el ayuntamiento de esta ciudad viene teniendo hacia el comercio local basta con ver el tratamiento y el espacio que se le ha dedicado al mismo en el famoso «Informe Deloitte», Plan de Competitividad Urbana, aprobado en el año 2013 con el propósito de marcar el futuro de Alicante para los próximos años. Pues bien, el comercio solo ocupa cinco líneas en la página 72, y otras 19 en la página 88, es decir, poco más de 24 líneas de un total de 309 páginas que tiene el informe, y lo que es peor, ni una sola de las 65 propuestas que incluye el informe sobre el futuro de la ciudad se dirige a mejorar y potenciar el comercio. Es evidente que para la consultora que firmó este malogrado informe, y para el propio ayuntamiento que lo encargó y pagó, el futuro no pasa por un comercio local que sencillamente se ignora.

Pero además de luchar y sobrevivir a estos tiempos atribulados, los comerciantes también deben reinventarse, modernizar y actualizar su oferta comercial para hacerla más atractiva, incorporando las nuevas tecnologías, mejorando y adecuando sus establecimientos, trabajando por una mayor especialización funcional, desplegando campañas imaginativas que permitan acercarse a sus potenciales clientes y establecer relaciones de fidelización. Defender el comercio local es defender y apostar por la ciudad, algo que muchos, en Alicante, todavía no comprenden.

@carlosgomezgil