Ya estamos acostumbrados a que todos los meses conozcamos la cantidad de accidentes que se están produciendo en nuestro país, y la cantidad de personas que han fallecido, así como las que han quedado discapacitadas después de sufrir cualquier despiste o abusar de las drogas, del alcohol y de la velocidad.

También estamos observando y viviendo que en el ámbito de la seguridad, el tráfico se ha convertido en un contexto de alto riesgo, sin recordar el número elevado de esas personas que por distintas «razones» cambian de sentido en las autovías, y provocan unas innecesarias muertes, rompiendo la estabilidad funcional de muchas familias, y apareciendo un declive pasional que tarda mucho tiempo en desaparecer o en intentar olvidarlo.

Lo lamentable es que las tragedias en las carreteras continúan avanzando por unos senderos de difícil solución. Particularmente a muchos de nosotros no nos sirven las comparaciones que realiza la Dirección General de Tráfico en distintos momentos del año, entre otras razones porque la mortalidad sigue siendo un verdadero horror, porque en muchas ocasiones se escribe sobre el problema, pero casi nunca se dan soluciones positivas, sin olvidar a los heridos muy graves que en poco tiempo fallecen, y a esos jóvenes que les vemos cotidianamente en sillas de ruedas.

Pensamos que una posible solución a largo plazo sería la implantación en los colegios, de una asignatura que concentre todos aquellos objetivos para que la mortalidad en la carretera sea minoritaria. Me estoy refiriendo a la Educación Vial

En un principio esta posibilidad es la unión de aquellos sectores que estén implicados en una solución considerable, nos estamos refiriendo a los padres, alumnos y a las Administraciones Central, Autonómica, Provincial y Local. Es básico que cada cual responda en la medida que pueda, y se conciencien de su importancia, considerando a la Educación Vial como una función prioritaria, a la cual hay que dedicar tiempo, dinero y por supuesto, mucho esfuerzo.

Estamos convencidos que debemos adoptar medidas tendentes a fomentar en los escolares, de una forma global, lo que podríamos llamar «la mente vial», además este tipo de inversión sería completamente rentable a largo plazo, sin olvidar la importancia que supondría conseguir este objetivo. Sería muy interesante el poder consolidar la Educación Vial e integrándola en las nuevas programaciones escolares, centrando esta materia en una metodología activa y participativa, en la que los alumnos y alumnas sean el centro de estas actividades, pero no en forma individual, simplemente como parte de un grupo integrante.

Como complemento a esta posibilidad educativa está, sin lugar a dudas, los Parques Infantiles de Tráfico (PIT). Las posibilidades pedagógicas en materia de educación que ofrecen los PIT parecen fuera de duda. Está demostrado que todas las normas de comportamiento vial que se tratan de inculcar a los niños y niñas, quedan reforzadas en todo momento.

También sería muy positivo una ampliación de lo que estamos viviendo: campañas de concienciación ciudadana donde estén implicados los padres y los hijos, y todos aquellos miembros de las distintas administraciones, e intentar que el tráfico sea cada vez más positivo, y descienda completamente todas aquellas estadísticas tan negativas que estamos viviendo todos los fines de semana.

Todas aquellas personas que tienen la responsabilidad sobre este tema deberían meditar esta solución, y ponerla en marcha lo antes posible con todos los medios que tengan a su alcance, y estamos convencidos que se podría solucionar el problema que vamos a vivir dentro de unos años. ¿Qué es complicado? Por supuesto, pero también es necesario, porque el parque automovilístico cada vez tiene mayor incremento, cada vez es mayor el número de jóvenes que se ponen en la carretera, y la mortalidad tiende a elevar su coeficiente.

No creemos que sea tan difícil buscar desde el Ministerio del Interior y a través de la Dirección General de Tráfico unas planificaciones o programaciones que pudieran unificar estas partes, siempre y cuando que fuera una función prioritaria, aunque se tuviera que dedicar mucho esfuerzo y mucho dinero.

La Educación Vial infantil y escolar son el complemento necesario y las piezas claves para el buen funcionamiento. Las aulas en general no sólo deben de informar, deben de educar para conseguir una madurez lo suficientemente positiva que responsabilice a los futuros conductores, claro siempre que esta actividad se convierta en una asignatura básica y no en una «maría», que sea poco práctica para solucionar este grave problema, y que exista el material didáctico correspondiente. Esperamos que este problema vaya remitiendo gracias a soluciones prácticas, y por supuesto con el esfuerzo de todos nosotros.