De nuevo el Elche CF de nuestras penas agonizando en las arenas movedizas de la ciénaga financiera. Siempre igual. Siempre distinto. La misma angustia. Distinta magnitud. De las decenas de millones de pesetas como problema se escaló a los centenares y de ahí a los miles. Muchos miles, al parecer. Y esto ya es caza mayor.

Y siempre apuntando a la misma salida: los empresarios. El aficionado piensa «si el problema es de dinero sólo quien tiene dinero puede resolverlo» y mira a los empresarios. Pero el Elche siempre estuvo dirigido por empresarios. Y fueron ellos los que con su forma de gestionar acabaron, tarde o temprano, -es verdad que unos más, otros menos y algunos nada- creando el infernal agujero para cuya salida, de nuevo se llama a los empresarios. Una suerte de infernal día de la marmota del que parece imposible salir. En los años sesenta los empresarios encontraron en el palco de la Directiva el premio y reconocimiento social a su éxito económico. Manolo Martínez Valero, tan astuto como comprometido con el Elche, supo sacar un extraordinario rendimiento a la vanidad empresarial. Y muchos empresarios acabaron encontrando su castigo en el coste que el escaparate del Elche CF les exigía. Algunos experimentaron en esa aventura la peligrosa diferencia existente entre ser dueño y ser empresario.

El Elche siempre dependió del dinero. Pero nunca funcionó sin la ilusión. En ese prodigioso y atormentado Elche CF los dos grandes factores de producción son capital e ilusión. Y cabe recordar aquí el papel decisivo del añorado Sixto Marco en la última crisis del club. Él solo se echó el problema a las espaldas, pobló todos los micrófonos que en la ciudad existían y removió el sentimiento popular con el simplista argumento de que el Elche es el auténtico símbolo de la ciudad y quien no está con el Elche no está con la ciudad. Y aquello se levantó. Se evitó el descenso administrativo. Sixto «capitalizó» su ilusión. Y demostró que, efectivamente, el Elche es una de las pocas cosas capaces de movilizar a esta ciudad. Y, desde luego, un eficacísimo factor de cohesión.

Hoy volvemos a empezar. Con el problema más agravado por la magnitud del dislate. Por ello hace falta un cirujano de nivel. De mucho nivel. Y ahí ha aparecido Paco Borja. Cumple mejor que nadie la función del empresario con capacidad financiera y, esta vez, con indiscutida capacidad de gestión. Pero lo nuevo aquí es que Paco no viene con el dinero de Borja -aunque le tocará pagar piñora, sin duda- sino con el espíritu de Sixto. Y esa combinación sí amenaza con ser exitosa. Sin tener necesidad alguna, arrostrando las inevitables invectivas que no le han dado ni una semana de gracia, ha decidido echarse el problema a las espaldas y decir «esto hay que solucionarlo». Y, de nuevo enarbolando el símbolo, de nuevo tocando la fibra, de nuevo movilizando a la ciudad. Y llevando tras de sí a los últimos estertores del empresariado de los sesenta, una estirpe al borde de la extinción. Con el dignísimo Diego Quiles como aval y autoridad moral de toda una forma de entender la ciudad, su economía y sus símbolos que marcó una época imprescindible con independencia de los errores que pudiera contener.

Merece un respeto una actitud como ésa. Merece más. Merece el éxito. Y estoy convencido de que lo obtendrá. Porque es justo con quien decide recoger un guante imposible. Su gesto tiene algo de tragedia griega en la que alguien asumía fatídicamente una tarea inhumana sabiendo que con ello le iría un inmenso sufrimiento.

Es cierto que la solución hoy ya no pasa por el salvamento milagroso de uno o varios empresarios. Ni siquiera eso es ya posible. Hoy el camino pasa por «popularizar» la solución. Por implicar a la ciudad. Para eso hace falta credibilidad. Pues bien, si alguien puede tener esa credibilidad es Paco Borja. Y más tras su recién estrenada fusión con el espíritu de Sixto.

Hoy el Elche tiene, por primera vez, un modelo futbolístico. Un modelo deportivo. Un lenguaje con el balón identificable, muy aseado, muy homologable, elegante. Hoy tiene recursos profesionales, como el impagable Fran Escribá, capaces de sacarle el ciento diez por cien de rendimiento a una plantilla. Hoy tiene un grupo de futbolistas que pone la carne de gallina verles jugar contra el rival, contra la Liga de Fútbol Profesional, contra su Consejo de Administración, contra la nómina suya y de sus compañeros trabajadores del club que nunca llega? contra la lógica. No es justo que cuando tiene ese brillante y sólido modelo deportivo, el club se hunda por falta de un modelo corporativo y de gestión.

Por lo que a mí respecta no me queda otra que implorar a los dioses del fútbol para que iluminen los desvelos y los esfuerzos del tándem Sixto-Borja y traigan remedio a este símbolo de la ciudad. Y que lo hagan, efectivamente, desde una solución local. Nuestra. Propia. Ilicitana. Ninguna otra funcionó jamás.

Ah. Y llegado el éxito, sería muy de agradecer que algunas instancias se abstuvieran de atribuírselo. Resultaría especialmente agraviante ver subirse al autobús de un Elche renacido a nuestra querida alcaldesa que tanta destreza mostró en desfilar en el bus del ascenso como en bajarse de él cuando empezaron a aparecer los problemas.