«Más que las palabras de los malos,

temo el silencio de los buenos».

Martin Luther King.

Abogar por que nuestros hijos estudien en tres idiomas, valenciano, español e inglés, en lugar de solo en un idioma, el valenciano, para dotarles así de las herramientas necesarias para que puedan hacer frente a las exigencias de nuestra sociedad globalizada ha provocado una reacción contraria tan sobredimensionada y agresiva que deja claro que hay poderosos intereses para intentar cerrar y censurar un debate sereno sobre esta cuestión.

Las redes sociales se han encendido hasta convertirme en trending topic. He recibido muchísimos mensajes de apoyo, pero también centenares de insultos a cada cual más rastrero, incluyendo insultos a mi padre y al resto de mi familia. Pero no solo han sido las redes sociales, sino que varios medios, incluido este diario que tantas veces me ha acompañado mientras desayunaba, han publicado artículos de opinión con descalificaciones. Y esta ira desbordada, esa intolerancia tiránica, se provoca cuando osas cuestionar el modelo educativo y la lengua, porque hablas de la principal herramienta de la que disponen los nacionalistas para acceder y configurar sus estructuras de poder.

Los nacionalistas lo saben€ Nos ganaron en visión de futuro. El resto de los españoles nunca pensamos que conseguirían adoctrinar a tantos en el odio a España y al español. Craso error haber minusvalorado su determinación, su activismo, su persistencia y sobre todo su paciencia. Nunca tuvieron prisa. Supieron desde el principio que sería un trabajo con resultados a medio y largo plazo. Entonces parecía imposible, sin embargo, tuvieron una fe casi religiosa. O quizás no fue cuestión de fe, sino de visión política. Fueron más listos que nadie. Más listos que tú y que yo.

La lengua.

La lengua€

Ahí está el quid de la cuestión. Si la gente habla una lengua pensarán que tienen un país, se dijeron.

Muchos estábamos en la inopia. Sabíamos que el resentimiento crecía, pero las premisas del «España nos roba» y demás lindezas de los nacionalismos eran tan delirantes, tan enfermizas e injustas, tan malvadas€ Que nunca llegamos a creer que un grupo social consistente podría tomarlas en serio. Pensamos, ahora nos damos cuenta, ¡qué ingenuos! que aquello siempre sería cosa de solo un puñado de fanáticos.

España y los españoles somos los fachas, el enemigo. Han logrado convencer a media España de que es normal que en determinados lugares de nuestro país no se pueda estudiar en español. Inmersión lingüística lo llaman ellos. No les digas que el español es nuestra lengua común, porque automáticamente serás tachado de franquista y de querer aniquilar el catalán, el valenciano, el vasco o el gallego.

Ahora es tarde. Ya están en las instituciones en el País Vasco y Cataluña adoctrinando a miles de estudiantes. Y en Valencia están llegando. Antes del discurso de investidura me habían comunicado la intención de Compromís de imponer en Educación a Gracia Jiménez la candidata propuesta por Bloc Nacionalista de Enric Morera, de la «Escola valenciana», institución financiada por Mas y vinculada al movimiento pancatalanista.

Parece que Mónica y Ximo ya no la quieren, la han vetado, probablemente por nuestro discurso durante la investidura. No quieren abrir ese frente, por el momento. Ahora no es momento de reivindicar abiertamente el soberanismo ni la independencia. Ahora es el momento de extenderse como una mancha de aceite por las instituciones, ganar adeptos en la comunidad educativa y parasitar el espacio público para imponer su visión de la jugada pero con discreción, sin aspavientos.

En España hay demasiados silencios. Muchos piensan lo que yo he tenido el coraje de exponer en voz alta, pero se callan intimidados por el linchamiento. Saben que nos hemos dejado arrebatar la educación. Desde los años 80 esa fue la moneda de cambio de PP y PSOE para mantenerse en el poder.

Es casi imposible recuperar el tiempo perdido. Pero aunque solo fuera por dignidad personal, valdría la pena intentarlo. Por eso estoy en Ciudadanos. Es mi herramienta para intentar conseguirlo. Ha sido y es mi forma de decir ¡basta!

No nos dejaremos intimidar por los radicales. Pero temo, como decía Luther King, el silencio de los buenos.