Por grandes que hayan sido los errores políticos y estratégicos cometidos por el Gobierno de Tsipras en sus negociaciones con la UE, el trato que se le dio en el Eurogrupo y posteriormente en la Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, que culminaron con el acuerdo más humillante que se ha obligado a firmar a un país europeo tras la capitulación de Alemania en mayo de 1945, supone una auténtico desprecio para el Gobierno de Syriza y para todo el pueblo griego mediante el programa de ajuste más duro e imperativo que se haya elaborado nunca. Periódicos internacionales como The Guardian, Der Spiegel o el mismísimo Financial Times explicaron en sus páginas que Merkel y su nefasto ministro de finanzas, Wolfgang Schäuble, dispensaron a la delegación griega «un catálogo de atrocidades» en «uno de los episodios más tristes de la historia de Europa desde la II Guerra Mundial». Como bien recoge el filósofo Tzvetan Todorov, el miedo a los bárbaros amenaza con convertir en auténticos bárbaros a los que tratan a otros sin dignidad ni humanidad.

Desde que la Troika viene interviniendo en Grecia a través de sus destructivos programas de ajuste, la deuda pública del país ha pasado de representar el 99% del PIB en el año 2008, hasta el 175% en 2014, antes de que llegara al Gobierno Syriza, llevando a su población a niveles de pobreza y sufrimiento que no se veían en Europa desde la posguerra. La incompetencia gestora de ese triunvirato formado por la UE, el BCE y el FMI, sus errores manifiestos, cuando no su mala fe a lo largo de estos años de aplicación de fracasados programas de ajuste en Grecia, ha llevado a que un país entero se esté cociendo a fuego lento, con su economía colapsada y una deuda absolutamente insostenible para la misma Troika, que mediante sus imposiciones obliga a Grecia a seguir endeudándose y a llegar a someter sus propios activos al control de organismos no democráticos, como el BCE o el FMI.

Precisamente donde se ve con claridad la descomposición moral que vive el proyecto europeo y su corrosión política es en el papel que la UE ha dejado desempeñar al FMI en la crisis griega, siendo como es uno de los organismos internacionales más anacrónicos, cuestionados y fracasados, desde su instauración en Bretton Woods, en el año 1944. Creado para la articulación de un nuevo orden financiero mundial de uno de los bloques y permitir así la expansión de la autoridad política de los EE.UU. en el mundo, el FMI ha emergido en Europa como el gran supervisor de los países en crisis, sin haberse reformado ni democratizado, repitiendo una y otra vez los mismos errores que lleva cometiendo desde hace décadas. La extrema dureza que su directora gerente Christine Lagarde, ha mantenido hacia el democrático Gobierno de Syriza contrasta con el apoyo histórico que el FMI ha venido dando a dictaduras, gobiernos corruptos y genocidas a lo largo de su historia de forma continuada. Y no es en modo alguno anecdótico, ya que estos casos históricos demuestran con claridad qué es lo que el Fondo ha venido apoyando, qué tipo de gobiernos han sido merecedores de su generosidad y hasta dónde llega la crueldad y el cinismo que el FMI aplica sobre el pueblo griego.

Uno de esos ejemplos poco conocidos lo tenemos en el apoyo y la generosa financiación que durante años recibió uno de los dictadores más corruptos y sanguinarios del mundo, Mobutu Sese Seko, en Zaire (la actual República Democrática del Congo), a quien el Wall Street Journal denominaba como «déspota subsidiado por el FMI». En el año 1978, la deuda de Zaire ascendía a unos 5.000 millones de dólares, para un país cuyo PIB apenas llegaba a los 700 millones. Ante la descomunal deuda del país, el sanguinario Mobutu, cuya fortuna personal sobrepasaba los 10.000 millones de dólares, pidió al FMI la ampliación de su programa de ayuda, para lo cual esta institución desplazó a Zaire a uno de sus mejores economistas, Edwin Blumenthal, para examinar las cuentas del Banco Central y del Gobierno, emitiendo un informe previo a la concesión o denegación del préstamo solicitado.

Durante su estancia en Zaire, Blumenthal sufrió continuas amenazas por parte de militares y guardaespaldas de Mobutu para impedir su trabajo, hasta el punto que dormía siempre con una pistola bajo su almohada y en permanente conexión por radio con las embajadas de Estados Unidos y Alemania, ante el temor a ser asesinado. En el informe final emitido, Blumenthal advirtió al FMI de que la corrupción sórdida y perniciosa era tan grave que no había ninguna posibilidad de que se empleara adecuadamente el dinero prestado y que finalmente pudiera ser recuperado.

Sin embargo, poco después del informe enviado al FMI, este organismo concedió a Zaire el mayor préstamo aprobado nunca a un país africano y, en los seis años siguientes, tanto el FMI como el Banco Mundial volvieron a conceder abundantes ayudas que nunca fueron recuperadas, de forma que cuando Mobutu fue derrocado, en 1997, la deuda de Zaire, principalmente con estos organismos, superaba los 15.000 millones de dólares. Pero ya sabemos lo malos que son estos griegos.

@carlosgomezgil