Acierta el nuevo conseller de Cooperación (entre otras competencias), Manuel Alcaraz, al afirmar que tras la gestión del PP y el caso Blasco hay que recomponer la política de cooperación valenciana. Efectivamente, no encontraremos un caso similar al que se ha dado en esta comunidad, donde su política de cooperación al desarrollo se ha degradado política e instrumentalmente hasta extremos tan increíbles, alimentando todo tipo de prácticas corruptas, mientras se lanzaban campañas y mensajes falsos e incluso se facilitaban cifras de ejecución inciertas que eran corregidas por las autoridades españolas y por el propio Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE en París. Hace pocos meses, responsables de la cooperación suiza me preguntaban detalles del caso Blasco porque no daban crédito a lo que habían leído, pero se quedaron atónitos cuando les expliqué algunos pormenores del mismo y señalarles que, además de la condena firme que tiene y por la que está ingresado en la cárcel Rafael Blasco y sus cómplices, quedan otros dos juicios más por afrontar que concluirán con probabilidad también con importantes condenas relacionadas con los graves delitos imputados a los últimos responsables de la cooperación valenciana.

Como he tenido ocasión de analizar en distintos foros y ante responsables de instituciones y ONG, los efectos de la crisis sobre las políticas de cooperación no se limitan a sus recortes presupuestarios, aun siendo éstos de una gran repercusión, sino que afectan a procesos morfológicos y metabólicos de un enorme calado, haciendo que estas transformaciones no sean ni mucho menos coyunturales ni pasajeras, sino estructurales y de una gran profundidad. Es algo que podemos ver con claridad en la cooperación descentralizada realizada en España desde ayuntamientos, comunidades autónomas y diputaciones, que habiendo sido un modelo mundial, avanza ahora como barco a la deriva sin saber bien hacia dónde se dirige.

Por si fuera poco, en el caso de la cooperación valenciana, lejos de trabajar para definir un modelo estratégico propio, vinculado a las capacidades económicas y sociales de nuestro territorio, identificando una agenda selectiva mediante los dispositivos más adecuados en los países donde la sociedad valenciana tiene poderosos vínculos, aprovechando al mismo tiempo para fortalecer la trama de organizaciones civiles valencianas dedicadas y especializadas en solidaridad internacional, se han utilizado en cambio las políticas de cooperación al desarrollo como un elemento clientelar más para favorecer a personas y organizaciones al servicio de los intereses políticos del PP y de sus dirigentes, financiando actividades e instituciones sin mayor lógica que la de la cercanía política o el aparente relumbrón mediático y oportunista. A todo ello se puede añadir una paradoja más que no se daba en ninguna otra comunidad en España: mientras más se empeñaban los responsables de la cooperación valenciana en presumir de que ya habían alcanzado el 0,7%, más caía nuestra cooperación, acompañada de unos indicadores cualitativos objetivamente mejorables, al tiempo que existía un marcado enfrentamiento con la Coordinadora Valenciana de ONGD y buena parte del tejido social, de manera que la herencia que todo ello ha dejado no puede ser más desoladora. A diferencia de otras comunidades autónomas, no hay ningún elemento de especificidad destacable que se haya construido en la cooperación valenciana en las últimas décadas, más allá del procesamiento y condena de sus responsables, algo que desde luego, dice mucho sobre lo que se ha llevado a cabo.

Como resultado de todo ello se han desaprovechado las capacidades de un espacio relevante de solidaridad capilar presente en todo el territorio valenciano, dañando la cultura de la cooperación al desarrollo, al tiempo que se perdía la oportunidad de alimentar procesos de descentralización en países del Sur que mejoraran la calidad de nuestra ayuda y contribuyeran a la lucha contra la pobreza y la vulneración de derechos humanos básicos en los países empobrecidos. Y entre esas capacidades desaprovechadas están las procedentes de las universidades valencianas y de algunos de sus especialistas que en ellas trabajamos.

Con buen criterio, el conseller Alcaraz ha manifestado su intención de contar con las universidades para relanzar la cooperación valenciana. No sé si ya conoce que en esta comunidad existe algo único en el sistema universitario español y en toda su cooperación, como es el que todas las universidades públicas valencianas imparten conjuntamente desde hace años un Máster Interuniversitario en Cooperación al desarrollo de una altísima calidad que desde el año 2011 está formando a especialistas en este campo. He dirigido este Máster en la Universidad de Alicante y junto a mis colegas del resto de universidades valencianas conocemos bien las enormes potencialidades que está ofreciendo esta titulación y que no nos hemos cansado de explicar (sin éxito) a los responsables de la Generalitat desde hace años.

Confiemos en que se abra una nueva etapa que ponga al servicio de la sociedad la capacidad de sus universidades, la experiencia y el conocimiento de buenos expertos, así como la energía social de las ONGD para construir por vez primera un verdadero modelo de cooperación valenciano del que podamos sentirnos orgullosos.

@carlosgomezgil