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Con el culo al aire

A mí la foto me parece de un esteticismo entre cachondo y medieval, a mitad de camino entre un belén viviente plagado de «caganers» y un fragmento de un cuadro de Peter Brueguel el Viejo. Una hermosura en su conjunto y un poético acicate tanto para el alma sensible como para el rijoso impenitente. También me vino a la cabeza ante la visión de tan tersas geografías la famosa escena de Braveheart, cuando Sir Williams Wallace, el épico héroe escocés, anima a sus muchachos a hacer un calvo a las tropas inglesas. Y es que eso de hacer un calvo desmoraliza mucho o alegra la pajarita dependiendo del observador y del observado, claro está.

Enseguida esa maquinaria de soltar infundios que es el PP se apresta a denunciar vía twitter lo indecente de la escena y a atribuírsela, cómo no, a miembros de Podemos (recordemos, a Manolete no lo mató un toro). Una vieja estrategia que se ha convertido en deporte. Calumnia, difama, vilipendia que algo queda. Ni los culos eran nativos ni el escenario, la catedral de La Almudena. Se trataba de culos argentinos supongo que en pleno ataque de incontinencia (incordio de uretra) después de una noche de farra por el arrabal. El texto que acompaña a la foto no tiene desperdicio: «Aquí vemos a algunos miembros de Podemos meando a las puertas de La Almudena. La barbarie nos quiere gobernar?». Hombre, uno que tiene cierta querencia a las turgencias de género y a las carnes en sazón, vive Dios que no le importaría dejarse gobernar por semejante barbarie.

Y es que puestos a buscarle los tres pies a la izquierda no reparan ni en gastos ni en rastas. A la alcaldesa de Madrid llegaron a acusarla de crímenes de lesa ecología porque en un rapto bucólico-pastoril, arrancó una flor del suelo. Gran barbarie. Como los informes de la Udef que demuestra la financiación ilegal del partido a manos de Irán. Tuvieron que reconocer que el informe no existía. Como el viaje a Venezuela de Mª José Aguilar, invitada en calidad de catedrática de trabajo social a unas jornadas sobre migraciones y derechos humanos. Uno de tantos viajes que hacía a América Latina, no como política sino como universitaria. No iba doña Mª José a Venezuela, según todos los indicios, a traerse a España al diablo agarrado por los cuernos. Y es que hay un miedo cerval ante el nuevo panorama. Ya no tanto miedo a perder el estatus sino miedo a que el aire fresco traiga una reforma constitucional, se acabe con la prescripción, y se resucite a Montesquieu, es decir, que se sanee y se despolitice la justicia. Que se levanten las alfombras del estado, que veamos la parte sumergida del iceberg.

Pero, un momento. Mientras escribo estas liviandades, oigo revuelo en la radio. Parece que ha pasado algo gordo, otra escandalera. ¿Habrán, por ventura, pillado a Errejón haciéndose un implante capilar en la cara financiado por la mafia calabresa? ¿Acaso habrá documento gráfico de Manuela Carmena dando de vientre en el Parque del Retiro? ¿El repentino nacimiento de la barba de Errejón será una donación de Pablo Iglesias que se ha cortado la coleta? No. El escándalo es la macro redada contra la corrupción que hoy martes (domingo para ustedes) se está llevando a cabo en el PP valenciano. Del presidente Rus, a doña Rita la cantaora hasta el último cuñao. Iba a decir que qué barbaridad. Pero no, esto no es barbarie, es un hecho «aislado», un desliz intrascendente de los chicos de la corbata, la gomina, la misa de una y el Farías en la boca alucinando con el Juli en Las Ventas. Qué susto, creí que habían encontrado un piojo del tamaño de un pavo en las rastas de Alberto Rodríguez.

Sigan los degolladores de inocencias, saqueadores, filibusteros, edecanes de la mentira, paladines de la mezquindad, embaucadores y trileros buscando culos ajenos, sigan. Son ustedes expertos en quedarse con el propio al aire.

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