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La filosofía, ¿tiene algún valor?

Lo bueno que tiene la filosofía es que para ser filósofo no se requiere título alguno, basta con aprender a pensar, que es a lo que pretende ayudar esta disciplina. Y el pensar resulta que es la actividad privativa del cerebro, algo que nos distingue del resto de los animales. Razonar, discernir, optar por un camino u otro, asumir... En una palabra, entender. No sé qué otra asignatura, en este galimatías de la enseñanza, es capaz de superar tal caudal de riqueza. Podría decirse, con razón, que es el instrumento por excelencia -con el lenguaje como transmisor- siendo así que nos permite entrar en el mundo del conocimiento haciendo que todo lo demás se nos haga comprensible y posible: el razonamiento de las matemáticas, la historia de nuestro pasado, la belleza de la música, el mensaje de Don Quijote, la pasión de Otelo, el cine, los artilugios que nos ayudarán a visitar la luna, e incluso saber defender las razones por las que el jefe no tiene razón€ Y hasta pudiera darnos las pautas para mejor roer ese hueso duro que es la vida. Fíjense en todas las puertas que se nos abren desde que el hombre de Atapuerca empezó con esto del pensar.

Así pues, eliminar del aprendizaje al mejor aliado del uso del pensamiento es, cuanto menos, una aberración o cuanto más, una maquinación sutilmente diabólica. Porque nada se parece tanto a la clonicidad, al rebaño sumiso y esclavo, como una sociedad papanatas sin capacidad de respuesta. Pero, eso sí, todos sabemos que resulta más fácil de conducir. Y me cuesta admitir que subyagan semejantes intenciones en los que ostentan el poder porque les presupongo inteligentes y no unos seres ansiosos de prebendas como desgraciadamente parece.

Y entendiéndolo así, hace unos cursos, los estudiantes de filosofía de la Complutense se manifestaron pidiendo que esta fundamental disciplina no desapareciera de las enseñanzas medias, y lo hicieron de tal manera que me llegaron a emocionar: grupos de estudiantes caminaban despaciosos leyendo en voz alta a Platón, Aristóteles, Nietzsche, Pitágoras, Ortega, Kant, Sócrates..., y también a Quevedo, a Lope, ¡a Nebrija!... y el rumor de sus voces y su serenidad frente al bullicio de los coches, captaban al viandante poniéndole de su parte sin mediar palabra. Estaban reivindicando el derecho a ser individuos, a saber elegir su propio destino y a que las generaciones venideras tengan la posibilidad de saber rebelarse. Les vi liberando el espíritu creador, el derecho a ser uno mismo y no gleba, desechando el dogmatismo obcecado que nos impide encontrar el camino hacia la verdad. Y por allí andaba la voz de un filósofo que decía: el uso de la mente es tan imprescindible como el uso del estómago, porque vivir es reflexionar sobre todas las manifestaciones de la vida€

Me alegré. Más que eso, me llegué a estremecer. Porque mientras haya voces que exijan el libre derecho a pensar, hay esperanza para el hombre. Mas, ¡ay!, la noticia duró poco en pantalla, el resto del Telediario estuvo ocupado con trifulcas parlamentarias, corrupción ya cotidiana, muertes injustificables... Bueno, a decir verdad también llegaba Antonio Banderas.

Posdata: Hace más de diez años escribía yo sobre estas cosas y hoy, desgraciadamente, aún vienen a cuento€ Seamos coherentes, pues, y no hagamos que el esfuerzo del hombre de Atapuerca haya devenido en un triste despilfarro.

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