No es la primera ni la última vez que defiendo a la ciencia como método para conocer la realidad que nos rodea. Y por eso no entiendo la persecución de la homeopatía convertida en querencia genética por esos expertos «de todo» persuadidos tanto por el cientificismo como por una industria farmacéutica que tampoco le hace ascos a la idea.

Algunos colegas míos, de los que utilizan la homeopatía cotidianamente, médicos todos, ginecólogos, traumatólogos, cirujanos, pediatras, psiquiatras, etcétera, muchos de atención primaria y algún que otro veterinario, se sonrojan y avergüenzan de aquellos que un día les dijeron y enseñaron qué era la ciencia. Hoy hay muchos mercachifles resabiados, criticones testiculares y barberos reconvertidos en patulea médica con algún grado de poder, que son capaces de desarrollar su cotidianidad clínica y asistencial en la impunidad de una práctica farmacológica oficial aceptada y defendida por casi todos, que se ha convertido en una de las principales causas de mortalidad en todo el mundo mientras rechazan a la homeopatía porque ni la entienden ni la estudian ni la consienten. Joder por joder. Crítica pura y dura alentada impunemente por aquellos que utilizan sus cargos y la misma ciencia como escudo para insultar todo aquello que desconoce para, simplemente, prohibirlo.

Falta de evidencia científica, manifiestan, mientras, estoy seguro, que no leyeron algunas de las investigaciones publicadas en sus biblias de referencia y en las cuales se desvela que gran parte de las acciones terapéuticas farmacológicas oficiales con las que hoy tratan a sus enfermos, no se justifican. En una de esas famosas investigaciones se demuestra que de los casi 2.500 tratamientos analizados el 4% eran inútiles además de perjudiciales, del 37% había dudas razonables y del 46% ni siquiera había suficientes datos. Es decir que el 87% de los tratamientos utilizados no estaban, ni están, científicamente avalados. Y como ejemplos: la ineficacia de la quimioterapia; de las estatinas para bajar el colesterol; de muchos antidepresivos y de algunos antiinflamatorios. Además, se demostraba que los protocolos médicos consensuados a nivel internacional por los expertos de cada especialidad no eran, ni son, fiables pues la mayor parte no han sido testados siendo impuestos por la industria farmacéutica a través de sus abnegados titiriteros.

Médicos aquellos que hoy se sienten mofados al utilizar la homeopatía en sus pacientes, a los cuales imagino libres para elegir qué tipo de médicos y tratamientos desean para sus males. Médicos que presienten a esos líderes de opinión como incapaces de mantenerse, científicamente hablando, al día, pues sus opiniones y comentarios no dejan de ser de «oídas» mientras ocupan cargos de poder e influencia que les permite «matizar» y «fabricar» una medicina a su antojo e imagen.

Será casualidad pero mientras se crucifica a esta terapia y se intenta eliminar de la faz de la medicina, sin el menor atisbo de duda ni vergüenza científica, otros creemos que es necesario abundar en su investigación por si fuera el caso de que llegáramos a los mismos resultados, por ejemplo, que un equipo de investigadores hindúes en el Vinayaka Missión University. El doctor E. S. Rajendran, como director de la investigación, ha comprobado que en las diluciones homeopáticas, incluso las más altas, se encuentran nano-partículas de la sustancia original de un tamaño cercano a los puntos cuánticos. Para eso utilizó la microscopía electrónica de trasmisión de alta resolución o HRTEM, técnica que permite obtener con un microscopio electrónico de trasmisión (TEM) imágenes de la estructura cristalográfica de las altas diluciones homeopáticas a escala atómica. El descubrimiento reafirma lo que ya decía el premio Nobel Luc Montagnier en el año 2010 avalando que las ultradiluciones de la homeopatía tenían efectos.

Y es que la gran crítica que se hace a esta terapia es que las diluciones altas de sus fármacos no tienen rastro de sustancia alguna y por lo tanto su efecto ha de ser placebo. Pues bien: sí, hay materia, cosa que tendría que hacer replantear hasta los mismísimos pilares de la química al mismo tiempo que remover la vergüenza de algunos.

Por otro lado, ya en 2013 el departamento de Química del Ramnarian Ruia College (India) demostró, usando la técnica de dispersión de la luz dinámica, que la acción de un fármaco homeopático variaba en función del tamaño de sus nano-partículas. Ambos descubrimientos harían enmudecer en primera instancia y ponerse, acto seguido, a estudiar homeopatía en segunda a aquellos detractores de la misma. Lo que en su día aprendieron está obsoleto. Necesitamos una nueva medicina que sin desdeñar todo lo que sabe sea capaz de integrar, consensuar y sumar diferentes perspectivas para conseguir una mayor y real eficacia.