Recibió su merecido castigo el asesino de las 300 víctimas del bombardeo del 25 de mayo de 1938 en Alicante? Pues, no. Tras la Guerra Civil y la II Guerra Mundial, una vez extirpado el fascismo del Estado italiano, De Prato permaneció en el Ejército del Aire de la República Italiana y alcanzó el grado de general de Brigada. ¿Cómo es posible que un Estado democrático ampare bajo su bandera a un criminal de guerra? Se preguntarán ustedes. Pues así es la vida. Nos horrorizamos cuando leemos que Jack el Destripador asesinó y descuartizó a 9 mujeres en Londres, pero si el asesino lleva uniforme militar y lo hace en un acto deliberado contra la población civil, puede acabar cubierto de medallas y distinciones como una persona honorable; aunque en nuestro Mercado quedasen muchas más mujeres descuartizadas que las víctimas del inglés. Cuando, hace ya once años, escribí mi libro 25 de mayo, la tragedia olvidada, tuve acceso a los archivos de la Aviación Militar Italiana, donde pude leer el parte oficial del bombardeo del 25 de mayo de 1938. En él se dice que la acción se había llevado a cabo por dos formaciones: La primera a 4.000 metros de altura, con cuatro aparatos Savoia 79 «Sparviero» de la 19ª escuadrilla al mando del capitán Zigiotti, y la segunda, a 4.200 metros, con tres aparatos de la 10ª escuadrilla al mando del capitán De Prato. Salieron de Mallorca a las 08.10 horas y regresaron a las 10.50 horas. Total de explosivos lanzados sobre Alicante: 56 bombas de 100 kg, 8 de 20 kg y 20 de 15 kg (las pequeñas eran incendiarias, destinadas a provocar fuegos en edificios).

Nada pudimos averiguar de los capitanes Zigiotti y De Prato hasta que hace unos meses mi hermano Eusebio, con su habitual tenacidad investigadora, pudo localizar a De Prato, gracias a un libro autobiográfico que este criminal de guerra con ínfulas literarias publicó en Italia con el título Tullio de Prato, un pilota contadino. Ahora ya es fácil localizarlo. Basta con entrar en Google y poner el título del inefable librito. Por fin, como en las buenas novelas policiacas, habíamos encontrado al asesino. O al menos, a uno de ellos.

Pero lo más escandaloso de la biografía de De Prato es el final. Veamos: Tulio de Prato nació en Pola en 1908. En 1928 era subteniente piloto en la Aviación Fascista Italiana. De marzo a mayo de 1937, ya teniente, viene a España como voluntario de la Aviación Legionaria que Mussolini había puesto a disposición de Franco. El 26 de abril de 1937 participa, como copiloto navegante, en el bombardeo de Guernika, en uno de los tres aviones italianos que participaron junto a la Legión Cóndor en esa terrible agresión contra la población civil. Regresa a Italia, donde es ascendido a capitán. Vuelve a España en octubre de 1937 y está en Mallorca hasta junio de 1938, participando en marzo en los sangrientos bombardeos de Barcelona, ya como jefe de escuadrilla. Y el 25 de mayo de 1938 perpetra con su escuadrilla y la del capitán Ziguiotti nuestro terrible bombardeo del Mercado, causando más de 300 víctimas mortales entre una población de ancianos, mujeres y niños. En 1939, ya en la II Guerra Mundial, participa como piloto de caza en la invasión de Albania, y después en Libia, donde es derribado en combate y herido de gravedad, siendo ascendido a Comandante por méritos de guerra. En 1942 es piloto de pruebas en la fábrica militar Caproni-Reggiane, donde le sorprende la caída de Mussolini. Abandona el servicio y se refugia en una granja de su propiedad; aunque, según cuenta en su libro, los alemanes fueron a buscarle para que regresara a la fábrica. El 23 de junio de 1944, cuenta De Prato que asistió «horrorizado» a una matanza de 32 civiles italianos por parte de soldados alemanes. No deja de ser paradójico que un tipo que cargaba a sus espaldas cientos de asesinatos, se horrorizase ante 32 muertes más o menos. Y ahora viene lo bueno: en abril de 1947, el Estado democrático de la República Italiana lo asciende a teniente coronel, en lugar de juzgarlo como criminal de guerra o, al menos, depurarlo y destituirlo de sus cargos militares. En 1958 asciende a coronel y en 1960 es nombrado general de Brigada. Murió el 24 de diciembre de 1981 en Coriano (Rímini) a la edad de 73 años, considerado por todos como un honorable militar retirado, héroe de guerra y pionero de la aviación italiana. Tenía tres medallas al valor militar «por la afirmación de los ideales fascistas» y la Cruz de Hierro alemana.

¿No se escandalizan ustedes? Debe haber tantos casos como el del general De Prato que ya no nos conmueven demasiado, ¿verdad? Pues mi parecer es que no debemos consentir estas injusticias, y que los criminales, aunque sea a título póstumo, deben pagar por sus crímenes. Por tal motivo, de acuerdo con mis compañeros de la Comisión Cívica de Alicante para la recuperación de la Memoria Histórica, vamos a solicitar a nuestros actuales ediles que dirijan una reclamación a la República Italiana, exigiendo que Italia pida perdón al pueblo alicantino por todos los bombardeos terroristas con los que sus aviones con base en Son San Juan (Mallorca) castigaron a nuestra ciudad, entre 1936 y 1939, causando más de 500 muertos.

Es lo menos que un Estado democrático puede hacer después de haber amparado a criminales de guerra bajo su bandera. ¿No les parece?