Desde el punto de vista urbanístico la ciudad de Alicante fue creciendo, cuando el boom de los sesenta, a golpe de aberraciones. Se confundía lo antiguo con lo viejo, derribando edificios de valor arquitectónico, se remodelaba una fachada litoral sin uniformidad en alturas o estilos a la par que se pensaba que lo moderno consistía en construir rascacielos, no exentos y en zonas despejadas, sino embutidos entre calles estrechas. Ahí están los casos del Gran Sol, Riscal y los mastodónticos edificios Alicante, de Representantes de Comercio u Hostelería.

Ejemplo de qué criterios se imponían, lo tenemos en el año 1965 cuando un concejal dijo en la Comisión Municipal de Urbanismo, respecto a la ordenación urbana de la Playa de San Juan, lo siguiente: «Mejor ver los edificios que el quedar como zona verde» cuando el alcalde Fernando Flores propuso destinar la primera línea a chalés, hacer las edificaciones de apartamentos con una planta diáfana para ver el mar y dejar el área perimetral de la carretera para jardines y arbolado, imponiéndose la especulación.

Y eso que Alicante ha tenido grandes arquitectos que han destacado más en las obras privadas que en las públicas aunque algunos fueran municipales. Quiero recordar a Francisco Fajardo Guardiola, Juan Vidal Ramos, Miguel López González, Francisco Muñoz Llorens, Juan Antonio García Solera, padre e hijo, y más recientemente, galardonado a nivel mundial, José Luis Campos Rosique.

Mas hubo uno en el siglo XIX que merece todo nuestro reconocimiento: José Guardiola Picó, un adelantado a su tiempo que, de habérsele hecho caso, hubiera convertido Alicante en pionera en muchos aspectos urbanísticos. Algunas de sus ideas, siglo y medio después, siguen presentándose como proyectos a realizar mientras otras lo hicieron bastantes décadas más tarde.

Nacido en 1836, cursó la carrera de Arquitectura en Madrid y a los veintisiete años diseñó el ensanche de Alicante tras el derribo de sus murallas. Nombrado en 1866 arquitecto municipal, cargo que ocupó durante cuatro décadas, lo fue igualmente de Orihuela y su diócesis. Pero le tocó vivir un periodo de gran inestabilidad donde los políticos duraban muy poco tiempo en sus cargos.

Al margen de obras como la torre campanario de la entonces colegiata de San Nicolás, la sede de la Caja de Ahorros de la calle San Fernando o la Casa Alberola, espléndido edificio que en la década de los sesenta sufrió un dislate urbanístico de repercusión internacional, al derruir una parte central del mismo para levantar allí una casa de fachada moderna y más alturas, destacó por sus proyectos innovadores y su preocupación en dotar a las nuevas viviendas de agua corriente y alcantarillado, en zonas despejadas que garantizasen la entrada del sol y una buena ventilación.

Su mayor logro, porque la iniciativa privada pudo sacarlo adelante, fue el barrio de Benalúa iniciado en 1884 siguiendo los nuevos cánones arquitectónicos higienistas, en la línea de Ildefonso Cerdá en Barcelona o Arturo Soria en Madrid, que además compartían con Guardiola su adscripción a la masonería. El proyecto de éste era más modesto pero contaba con la ventaja de desarrollarse en un altozano frente al mar.

Constaba de 208 viviendas de planta baja y piso, con cuatro metros de altura, 8,75 metros de fachada y amplio patio interior; calles rectas de 15 metros de anchura con esquinas en chaflán para facilitar la visión en los cruces y dos hileras de pinos y acacias en las aceras para dar sombra. El barranco de San Blas se eliminaba para facilitar el acceso y construir una avenida, la actual de Óscar Esplá, mientras se elevaría unos metros la de Elche para salvar el desnivel existente.

Como dejara escrito en dos libros sus proyectos, ahora podemos analizarlos, relatando seguidamente algunos de ellos. Ensanchar la calle San Francisco hasta los 20 metros para unir el Portal de Elche y la hoy plaza de Calvo Sotelo; aislar San Nicolás y realizar ante su fachada una plaza que llegara hasta la Rambla cuya prolongación ya planteó; crear otro gran espacio abierto entre el Ayuntamiento y la Puerta del Mar o construir un paseo marítimo arbolado que uniera las playas de Babel y la Albufereta, algo por lo que seguimos suspirando en la actualidad.

En 1896 planeó una pionera vía de circunvalación que evitase el tránsito de carruajes de paso por el centro, enlazando la carretera de Valencia desde La Goteta con las de Villafranqueza, San Vicente, Madrid y Murcia.

Criticó que las obras se hacían pero no se conservaban y sus inquietudes lo llevaron hasta Crevillente para cuyo municipio ejecutó en 1877 un plano urbanístico de saneamiento y reforma interior.

Miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, murió el año 1909 en su casa del número 55 de la calle San Francisco, cuyo arrabal remodeló.