En nuestra civilización, la muerte es un tema tabú. Tratamos de no hablar de ello, especialmente cuando se trata del fallecimiento de un ser querido. La tradición de velar a los muertos durante días se va perdiendo, al igual que las señales externas del proceso de duelo, como, por ejemplo, el luto. Pero no todas las culturas lo asumen de este modo. En lugares como México, la muerte se festeja con baile, alcohol y humor irónico, y una vez al año se celebra el «día de los muertos». Durante dos días el país actúa como si los muertos regresaran de visita, y se les recibe con su comida y bebida favoritas, fruta, calaveritas de dulce y, si fuese el caso, juguetes para los niños.

La cultura oriental, también transita esta coyuntura de un modo que podría resultarnos sorprendente. Concretamente, los budistas tibetanos recogen en su texto más significativo, el proceso que debe seguirse cuando la vida de una persona toca a su fin. Se trata de El libro tibetano de los muertos, una de las obras más importantes de la literatura universal. Al parecer, fue escrito por el gurú indio Padmasambhava, quien introdujo el budismo al Tíbet en el siglo VIII. Sin embargo, no se tradujo al inglés hasta 1927. Se trata de una guía para instruir a los seres cercanos de alguien que acaba de fallecer, y está compuesta por oraciones que han de leerse durante 49 días mientras el muerto transita supuestamente por los intervalos de una vida a la siguiente. Dicho en otras palabras, para los budistas, la muerte dura 49 días.

Pero con estas breves notas estaríamos muy lejos de transmitir el verdadero significado de este libro sagrado. Es, en realidad, una mirada íntima a la ceremonia de la muerte, un modo de tenerla presente, en lugar de apartarla y temerla. Como explica la psicóloga Elizabeth Román, «todo acto espiritual consiste en buscar la inmortalidad, pero la parte más difícil del camino espiritual es desapegarse del cuerpo. Si ya nos resulta difícil alejarnos de las cosas materiales, mucho más doloroso puede ser hacerlo de nuestro sustrato físico. Tanto el yoga como el resto de filosofías orientales tratan acerca de ese desapego. En cierto sentido, para prepararnos. Existe una pregunta constante en todo ser humano: ¿Qué encontraremos después de la muerte? Y esta cuestión sólo puede responderse con tranquilidad si pensamos que no termina todo aquí, que continua, que existe una transformación». Existen muchas formas de afrontar el final del periodo conocido para el ser humano, pero quizá negarlo, o apartarlo de nuestra realidad no sea el más adecuado. Probablemente pensar en la muerte es lo que nos permite vivir plenamente.