Ligerito caminando, decía la canción de Los Tamara, y repetía lo de «a Santiago voy» en cada estrofa. Pasando por encima de Soria, los populares, según la encuesta del CIS y varias publicadas este fin de semana, se dirigen a Santiago para volver a ganar por mayoría absoluta las elecciones gallegas. Ni el sainete de Soria, que ha tenido su epílogo en sede cameral, propiciado por el grave error político del Gobierno en funciones, y manejado al límite por la oposición, le va a impedir repetir a Núñez Feijoo. La unión, que en este caso poca fuerza haría, de los restos del socialismo, los podemitas y sus mareas más los filo-separatistas del bloque, parece no van a inquietar al líder popular gallego. A Santiago va a tomar posesión de la Xunta por cuatro años más el candidato popular, al que muchos le auguran un futuro próximo como líder nacional del partido de la gaviota.

Las elecciones gallegas, y en la misma medida las vascas, pueden y deben tener la influencia necesaria para terminar con este dislate de bloqueo que Sánchez y su camarilla siguen empeñados en mantener. Como el perro del hortelano, ni comen ni dejan comer. Pretenden de nuevo sumirnos en un pasaje onírico y de modorra post estival, para tratar de invertir la realidad, su responsabilidad, y trasladársela al primero que pase por su lado. La catástrofe electoral que se les avecina en ambas comunidades el próximo día 25, no es más que consecuencia de las políticas llevadas a cabo por una dirección desnortada, unos dirigentes demasiado condescendientes y una militancia radicalizada en los últimos años, lo que ha llevado a una peligrosa pérdida de identidad como partido de gobierno.

Si en Galicia, su lucha no va más allá que el vano intento de ser segundos con unos ridículos 16 escaños frente a los cerca de 40 pronosticados para los populares, en Euskadi, el descalabro es descomunal, pasando de los 16 que tenían a unos 8, empatando con los populares. Eso sí siguiendo la moda impuesta por Sánchez, Idoia ni dimite, la misma a la que le molaba formar gobierno con Bildu y Podemos. Paupérrima trayectoria electoral que debería tener sus consecuencias. Si se confirman estos resultados, ya nadie sabrá que tendría que pasar en el PSOE para que o bien dimitiera Sánchez, o bien le forzaran a ello el resto de dirigentes de la organización, dejando a una gestora el control del partido.

Claves son unas y otras elecciones. Las gallegas porque reforzarían a Rajoy y su posible segundo intento de investidura, y las vascas porque podrían dejar en manos de los populares la estabilidad de un hipotético nuevo gobierno de Urkullu. Mientras los populares siguen paso a paso un camino ascendente en cada cita electoral, a pesar de los casos de corrupción que se van a sustanciar en los próximos meses, y la postura de Rita para con los suyos, los socialistas, con sus eres a cuestas, van justo en dirección contraria, cada cita electoral confirma su caída libre como partido de gobierno, para pasar a convertirse, si no lo remedian más pronto que tarde, en un remedo del Pasok griego o peor, en una confluencia más de Iglesias.

Falta una semana para los comicios autonómicos, todo el mundo mira al norte de España esperando una señal que termine con el bloqueo institucional al que atónitos asistimos desde el pasado diciembre. Dentro y fuera de España se multiplican las voces que piden a Sánchez una reflexión interna de sus actos y pronunciamientos. El parón al que se tiene sometida a la Cámara legislativa, cuya función primordial es legislar, aprobar leyes, en beneficio de los ciudadanos, y al propio ejecutivo, un Gobierno en funciones sin confianza del Congreso de los Diputados ni autorizado a gobernar, nos conduce a una encrucijada que nada bueno puede deparar al conjunto de los españoles. Volver una y otra vez al bucle melancólico que la aritmética parlamentaria ha dejado claro que no puede ser, por razones puramente de ideologías tan distintas y/o distantes como el pacto a tres, publicitado por «el manifiesto de los 450», o el reclamado bloque de izquierdas, con el ineludible concurso de los separatistas, nada aportan ya al debate político, sino es ganar tiempo para provechos personales.

No queda más remedio que tener algo más de paciencia, y van ya muchos kilos, y esperar acontecimientos en torno al veranillo de San Miguel. Los hechos y acontecimientos, junto las predicciones demoscópicas suelen configurar probables realidades, aunque el futuro no esté escrito. No es cuestión de simpatías o animadversiones, la cruda realidad pone a unos y otros en el sitio que les corresponde. Santiago y Vitoria, parecen acaparar la actualidad política de la nación. El futuro inmediato de España depende, y mucho, de lo que allí acontezca, y por ende el uno de octubre en el Comité Federal de los socialistas.