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El indignado burgués

Javier Mondéjar

¿Se puede equivocar el pueblo?

No sé si es políticamente correcto escribir que la democracia tiene evidentes carencias (o falencias como dicen los argentinos, palabro que me encanta). Todos repetimos como papagayos eso de que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos existentes y está mal visto sacar los pies del tiesto, pero a veces deja mucho que desear. ¿Dentro de 2.000 años la democracia tendrá este mismo formato?, pues vaya usted a saber, yo diría que habrán inventado fórmulas más perfeccionadas, si es que no han vuelto a cuajar las autocracias, que esas sí que no tienen defectos porque en ellas todo es perfecto y los críticos no es que estén mal vistos, es que son eliminados directamente.

¿A ustedes les parecen mínimamente justificables los resultados de los últimos referéndums en UK y Colombia? ¿Qué votaba el partidario del Brexit o del No? ¿Se repetirá la misma broma que aquí adelantamos mandando al «Chikilicuatre» a Eurovisión eligiendo a Trump como presidente del Mundo Libre? ¿Votarán las bases del PSOE hacer presidente de su partido a Pablo (M) Iglesias? Pues todo podría pasar, es imprevisible y ya no me atrevo a hacer pronósticos. La verdad es que no entiendo mucho el comportamiento del ciudadano que se pone delante de una urna. No sé si vota por sus intereses, en contra de sus intereses pegándose un tiro en el pie, por sus odios, por sus amores o jugándose a la ruleta rusa la papeleta que deposita. O sencillamente no tiene ni idea. O, a lo mejor, los que no tienen ni idea son los que plantean preguntas complejas que los ciudadanos no sabemos contestar sin meter en nuestra decisión temas ajenos a la pregunta.

Por ejemplo, si a los catalanes se les pregunta si quieren abandonar España ¿contestarán que sí sabiendo los pros y los contras, analizando cómo estarán mejor, o simplemente dirán que les es muy ajena esta España de fandango y pandereta y quieren probar un sabor nuevo? Porque sí es por gozar de nuevas experiencias yo también me apunto. Otra cosa: ¿No habrá un montón de ciudadanos que votarán algo por satisfacción personal pero estarán deseando que salga otra cosa diferente, por pura racionalidad? Lo mejor sería no preguntar o utilizar los sistemas de la democracia representativa que tiene más vías de escape, porque si la cuestión se dilucida con un Sí o un No, en cuanto salen los resultados se acabó lo que se daba y muchas veces no hay forma de contestar a una pregunta compleja con una respuesta simple.

No me extraña que muchos dirigentes de toda la vida del PSOE estén más que asustados con una posible consulta a las bases, porque puede salir cualquier cosa. Los enfados es lo que tienen, luego te preguntan si quieres cenar caviar o mortadela y contestas que arroz con tomate. Con «Arfonso» Guerra eso no pasaba porque en la antigua política se medían los tiempos, los apoyos, las estrategias y sólo cuando estaba muy estudiado todo se lanzaban. Aunque a riesgo de destrozar su partido Felipe ganó un referéndum imposible sobre la OTAN, que hoy se perdería con un 85 por ciento de los votos. Era para que se les hubiesen quitado las ganas.

Se decía en los tiempos que ya son pretéritos que ningún gobierno convoca un referéndum para perderlo, pero tanto ha cambiado el cuento que todo es posible y no sólo eso, es que lo más probable es que lo pierdas si tu gobierno no es popular, o ha subido los impuestos o se ha forrado con la Gurtel y otras cosillas semejantes. Por eso la derecha tiene un discurso único, como dios manda: el líder elegido a dedo y las leyes por decreto, pero la izquierda suele ser muy tiquismiquis.

Lo tenía claro el personaje que representa al «Banquero de Dios» en «El Padrino III»: «Quien construye sobre el pueblo construye sobre barro». Esa frase me vino a la mente viendo las imágenes de la concentración de supuestos militantes socialistas contra los «golpistas» en la puerta de Ferraz en el reciente Comité Federal. Juraría que la misma señora gorda con pancarta que pegaba gritos contra González y a favor de Sánchez, era la misma que hace años besaba a Rubalcaba y más tarde lo puso a parir; la mismita que decía feliz en otro tiempo que a «su Felipe» ni se lo tocaran y que mañana, probablemente, acompañará a Pedro al patíbulo lanzándole coles podridas. Con el mismo entusiasmo.

La Democracia por las bravas es una persona, un voto y en el resultado final vale lo mismo el de la señora gritona que el del catedrático de la Universidad de Alicante que ha estado a punto de ganar el Nobel. No digo nada, ni siquiera opino, les pido que reflexionen. Y en silencio, por favor, que pensamientos tan heterodoxos son peligrosos y no quiero que les condenen al ostracismo por mi culpa.

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