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Luis Prats

La sensatez personificada

Las comparaciones suelen ser odiosas, pero en el caso que nos ocupa, parecen imprescindibles a la hora de valorar a personas, a líderes, a responsables políticos. Obviando los resultados electorales obtenidos por Sánchez y Fernández, distintos y distantes a favor del asturiano, la abismal diferencia entre el carácter dialogante, la sensatez, y el discurso político del líder asturiano, frente a todo lo contrario de Sánchez, deja al descubierto la verdadera razón de la división interna que ha creado el exsecretario general durante su breve mandato. La «auctoritas» de Fernández le viene dada por su trayectoria vital y política, muy al contrario que Sánchez, que ha pretendido apropiársela sin tener un pasado que la validase, confundiéndola con el concepto de manu militari.

Escuché con atención el pasado sábado la entrevista que le hicieron al presidente de la gestora en La Sexta. Su fama le precedía, sus declaraciones previas desde el día que fue nombrado para intentar recomponer el PSOE también, pero no deja de sorprender la dimensión de gran estadista que traslada el personaje. Con una claridad ilustrada, desgranaba la situación de su partido y las razones por las había llegado a una situación insostenible. Desde la tranquilidad y lucidez que da su apuesta por una ideología socialdemócrata basada en la negociación y en el rechazo al frentismo, y por ende a toda clase de populismo, y a preguntas del entrevistador, dejó clara su postura dialogante para con quien, ganando las elecciones sin tener una mayoría absoluta, le es imposible formar gobierno sin contar con la abstención de otro grupo parlamentario. Esto que debería ser el abc de cualquier demócrata, primándolo ante el parlamentarismo que permite sumar en otras direcciones, está hoy en día puesto en tela de juicio por la adopción de posturas radicales coyunturalmente de moda en nuestro país.

Sus razones son tan de peso que bastarían desgranarlas para que la discusión que habrá en el Comité Federal, tenga como resultado final una decisión firme de apoyar dicha abstención. La primera pasa por la necesidad urgente que tiene España de tener un gobierno que deje de estar en funciones y comience a tomar decisiones para el bien del interés general de la ciudadanía. La segunda, la imposibilidad aritmética y política de formar un gobierno alternativo al de los populares, dado que la buscada transversalidad es pura entelequia, y la otra, al tener que contar, activa o pasivamente, con el concurso de los separatistas catalanes, no puede ni debe ser utilizada por partido alguno que se considere constitucionalista y defensor de la soberanía del conjunto del pueblo español. La tercera, emana de los resultados logrados por los socialistas en ambas citas electorales, 20D y 26J, en las que han ido de mal en peor, todo lo contrario que los populares, que han aumentado sus escaños y votos, poniendo en 52 la diferencia entre ambos grupos parlamentarios, por lo que la inteligencia te lleva a preferir un gobierno del PP con 137 escaños que con más de 150. Y, por último, y no por ello menos importante, el desatino que sería tener que acudir una tercera vez a elecciones, creando entre la población una desafección si cabe más aguda con la clase política, por no haber sido capaz de ponerse de acuerdo en nada menos que diez meses.

La reconstrucción del partido, tanto en sus estructuras como en su ideario e identidad, debe llevarse a cabo con la tranquilidad necesaria que solamente dan la prudencia y la calma, personificadas en la sensatez de Fernández. Abordar como quería Sánchez, unas controvertidas primarias y un congreso exprés, llevarían a la ruptura de la organización, un auténtico suicidio como al que quieren llevar al partido los partidarios de elecciones. Como tienden a profundizar en la división las palabras expresadas por el alcalde de Alicante, reclamando la expulsión para el que apueste por la abstención, que conlleva inevitablemente la Presidencia del Gobierno para Rajoy. No ayuda en nada Echávarri, miembro del Comité Federal, con estas expresiones más propias del leninismo, en un político que hace escasos tres lustros se presentaba a senador por las listas de Unión Valenciana, partidito de derechas y regionalista.

Las enormes diferencias entre el pragmatismo político y la postura conciliadora de Fernández y el frentismo radical de Sánchez son tan profundas que se hace difícil entender que ambos pertenezcan a la misma ideología. En democracia los enemigos son los que intentan acabar con el sistema, los populismos, el resto son adversarios, que además en los últimos sondeos demoscópicos, incluso con Gürtel en escena, siguen siendo todos favorables a los populares, lo que quita y da razones.

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