Opinión | Correo urgente

Gaspar González Jurado-Gutiérrez

Todos somos profesionales con distintas capacidades

Desde que hace 24 años la ONU proclamara el 3 de diciembre como Día Internacional de las Personas con Discapacidad, es innegable que se ha evolucionado muy significativamente en la integración, que no «inclusión», de estas personas. Inclusión, es un concepto que va más allá de la integración física, y que tiene que ver con la participación efectiva y de pleno derecho en los diferentes ámbitos de nuestra sociedad, de todas y cada una de las personas, a las que hoy etiquetamos como «discapacitados».

En todas las sociedades son pocas las personas con discapacidad que tienen un empleo remunerado. Presento tres datos que posiblemente desconocías, y son claves para que todos empecemos a saber más y mejor de la realidad laboral de estas personas con distintas capacidades:

Se estima que el 81% de las empresas españolas de más de 50 empleados incumplen la Ley General de Discapacidad, que implica contar con un tanto por ciento de personas con distintas capacidades. ¿Sabes cuál es ese porcentaje? Pregunta a tu empresa.

El 74% de las personas con distintas capacidades no tienen empleo.

El 71,4% de los contratos firmados en el último año en este segmento de la población están vinculados a «vendedores de apuestas»? aquí tienes el valor de empresas como la ONCE.

La falta de oportunidades y la existencia de actitudes negativas son las principales causas de la desproporcionadamente baja participación de las personas con distintas capacidades en la fuerza de trabajo. Las empresas se resisten en muchos casos a emplear a personas con distintas capacidades por creer que no podrán desempeñar adecuadamente sus funciones y/o que resultará muy caro. Esa actitud se fundamenta en temores y estereotipos que al centrar la atención en la propia discapacidad impiden apreciar las aptitudes de la persona. Sin embargo, es fácilmente demostrable, que entre las personas con distintas capacidades se registran altos niveles de calidad en el desempeño profesional y tasas de retención elevadas, así como menores niveles de absentismo laboral que entre sus colegas con esas otras capacidades, o lo que es lo mismo, distintas capacidades. Además, el costo de las adaptaciones necesarias para emplear a trabajadores con discapacidad puede ser mínimo, y en algunos casos no se precisa ninguna disposición especial.

La mayoría de nuestras medianas, pequeñas empresas, microempresas y autónomos (las grandes empresas son más conocedoras), es decir, nuestro tejido empresarial, desconocen la importante contribución que podrían (y deberían) hacer para destruir esta brecha, y las diferentes ventajas financieras que podrían obtener: bonificaciones a la cuota de la seguridad social, beneficios fiscales, subvenciones y adjudicaciones de contratos del sector público. Más allá de estos beneficios, habría que sumar el impacto social de ofrecer esa cara más humana e inclusiva en lo que llamamos responsabilidad social empresarial. Y lo que según mi experiencia personal tiene más valor: las sensaciones y emociones que llegan a nacer en todos y cada uno de los compañeros de trabajo con unas y otras capacidades, generándose un orgullo de pertenencia que evidentemente repercutiría en el día a día de la empresa? ¡Ahí es ná!

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