Carme Forcadell ha dicho ante el juez que no entiende cómo alguien en la calle puede hablar sobre independencia y, sin embargo, no así los diputados catalanes en el Parlament. Resulta algo descorazonador que precisamente la persona encargada de presidir una institución así se plantee tal asombro. En primer lugar porque parte de algo que no es cierto: sus señorías del_Parlament pueden hablar todo el tiempo que quieran de independencia, de hecho no se dedican a otra cosa, lo que rebasa sus facultades legales, según tengo entendido, es votar las conclusiones de un estudio sobre el "proceso constituyente" soberanista, después de que el_Tribunal Constitucional lo hubiese vetado.

Los ciudadanos, a su vez, pueden discutir sobre soberanismo y manifestarse a favor, pero no, al menos, por ahora, decidir sobre la posibilidad de ser independientes en un referéndum. Ni los catalanes, ni el resto de los españoles. Simplemente porque para convocar este tipo de consultas sin vulnerar la ley haría falta una reforma agravada que afectaría al título preliminar de la Constitución.

Carme_Forcadell está imputada por permitir que se vulnere la legalidad desobedeciendo su mandato. Dice que si un juez le pide explicaciones por ello es un "ataque a la democracia". Se ha situado un poco alto al invocar el victimismo estableciendo la comparación. La democracia es el imperio de la ley.

Si silencian a las instituciones, están silenciado a un pueblo, es el mensaje que pretende transmitir Forcadell. Y a partir de ese esquema, todo vale para excitar los ánimos, apelar a los sentimientos de un pueblo herido y reprimido por el centralismo español. Es el discurso farfolla de toda la vida pero siempre encuentra oídos receptivos.