En los días de Navidad se hace más frecuente tomar conciencia de las necesidades de muchas personas, porque es un tiempo en que se hacen especialmente regalos, se convive en familia realizando comidas especiales y se trata de convivir con más agrado, especialmente en la familia.

Precisamente, en estas circunstancias es cuando se plantean con más rigor las preguntas angustiosas: ¿cómo un mundo con tantos avances científicos no es capaz de poner remedio a tantos males, dando de comer a tantos necesitados? Es penoso comprobar, de una parte, el gran progreso que hay en el mundo, y de otra parte, el dolor y la insensibilidad de este tiempo. Es posible acabar con estos problemas de la pobreza humana. Lo que no existe, a veces, es la voluntad de remediarlos. Las últimas estadísticas dicen que existen 793 millones de hambrientos en el mundo. Tenemos que seguir trabajando para que este estigma tan doloroso desaparezca. El papa Francisco ha sido , y es, muy incisivo con sus denuncias. Incluso ha llegado a decir que la comida tirada «se roba a la mesa de los pobres». Las palabras del papa, más que palabras de denuncia, quieren ser de ánimo y de aliento, para animarnos a poner remedio, lo antes posible, a estas graves y numerosas necesidades. Ojalá sean cada vez más los que imitan al papa Francisco en su lucha contra la pobreza y el hambre en el mundo. El tiempo de Navidad es propicio para reflexionar y aliviar todas estas necesidades. Ojalá sean cada vez más las personas sensibles, como el papa, a los problemas del hambre en el mundo, y pongan el remedio posible a todos estos males. El tiempo de la Navidad es muy adecuado para esta demostración de amor.