A menudo se habla de la crisis del socialismo o de la socialdemocracia en Europa, porque no acaba de definir su identidad y las consecuentes diferencias respecto a otras propuestas políticas a derecha o izquierda sean comunistas, liberales o populares, incluso populistas.

En un principio la burguesía emergente y los sectores populares -artesanos, campesinos- se unieron para reivindicar la democracia frente a los privilegios de la aristocracia y la monarquía absoluta. El lema revolucionario laissez faire, laissez passer no era simplemente un lema político liberal de «dejar hacer, dejar pasar», sino mas bien «dejar fabricar, dejar comerciar» frente a los impuestos de paso o de monopolios reales y de la nobleza. La separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial; la igualdad y la supremacía de la ley; los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad eran el trípode sobre el que se asentaba la democracia. Harían falta décadas para la extensión del sufragio universal a los ciudadanos con menores rentas y a las mujeres. El voto universal se consiguió en Europa y EE UU a lo largo del siglo XX. Carlos Marx cuando hablaba de «dictadura del proletariado» se refería a la mayoría holgada que los sectores populares representaban, en votos, frente a las clases adineradas, esa es la interpretación que daba un ilustre socialdemócrata español, Julian Besteiro. No se trataba de una dictadura, sino de un sistema democrático con una mayoría tan amplia que ganaría una elección tras otra.

«Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo...». El fantasma del que habla el Manifiesto Comunista era ya una realidad contagiosa con la URSS. Las reivindicaciones de mejoras sociales y económicas se fueron haciendo realidad tras la II Guerra Mundial en Europa Occidental. Las propuestas socialdemócratas se reunían en torno a la defensa de los intereses de la clase obrera y de las clases medias. Definiendo una política económica y social que caracteriza lo que es el Estado del Bienestar: sistema sanitario, educativo, de pensiones y jubilación, incluso de vivienda. Es un pacto tácito. Eran, además, en su formulación por Keynes, la forma de superar la crisis económica de 1929, en general su implantación fue casi directamente proporcional a su proximidad al Telón de Acero, y a los partidos socialdemócratas.

La crisis de la izquierda tiene su origen en la desaparición del mundo bipolar simbolizado en la caída del Muro de Berlín y la desaparición de los países comunistas. Algunos partidos de corte social-cristiano, populares, incluso nacionalistas, con tintes sociales- asumieron con mayor o ninguna convicción las reivindicaciones sociales. En nuestro país PNV, Unió Democrática de Catalunya, incluso el incumplido programa del PP en 2011, respondían a esa necesidad de hacer suyas unas demandas que no lo eran. Trump en EE UU, Le Pen en Francia son otros ejemplos de populismo nacionalista. Si los programas son de ámbito regional o nacionalista la contradicción se traslada al interior del partido de izquierdas. Izquierda y nacionalismo son, en mi opinión, valores antitéticos. Cuando no hay diferencias programáticas, la identidad se reduce a la credibilidad de las siglas y, sobre todo, de los líderes.

La crisis económica de 2008 ha aumentado las desigualdades en el interior de los países desarrollados en general. Las clases medias han perdido peso económico y demográfico y los aumentos de la presión fiscal han recaído sobre esos estratos medios, mientras que los de rentas más altas se mueven mejor en un mundo globalizado. Las propuestas del socialismo y la socialdemocracia se han dirigido a la defensa de la democracia y de los sectores populares, con menores rentas y a combatir las desigualdades extremas con una política redistributiva. Socialmente es una alianza de los trabajadores y asalariados con las clases medias, pero el peso fiscal de su programa no puede recaer exclusivamente sobre las clases medias. La UE ha sido incapaz de poner en marcha su Tasa Tobin o una fiscalidad común europea, que gravaran a las élites financieras internacionales.

Reagan, Thatcher, Cameron o Trump ahora ignoran al tercio mas pobre y excluido de sus sociedades. Ni los necesitan ni gobiernan para ellos. Turquía, Polonia o Hungría y algunas normas recortando o negando derechos son un anticipo de que la democracia como la hemos conocido se deteriora. Para las elites financieras las democracias son trabas para sus negocios. La crisis no es sólo de la socialdemocracia, empieza a ser de la democracia y eso es mucho más grave. Para todos.