A lo largo de la historia, y ante la censura de los estados totalitarios, algunas personas decidieron emplear formas de expresión que les permitieran, a través del doble sentido, manifestar su descontento con la política que los gobernaba. Es el caso de Jonathan Swift, quien publicó en 1726 su famosa novela Los viajes de Gulliver. En ella se criticaba cómicamente a representantes de su época como Jorge I de Gran Bretaña o la Royal Society.

Esta forma de expresarse fue también empleada de forma reincidente por los maravillosos Hermanos Marx, en gran parte de sus películas. Así lograban que sus comentarios burlones de tinte político o sexual, pasaran inadvertidos ante los ojos de la censura. Alcanzaron su propósito especialmente en su obra cumbre Duck Soup ( Sopa de ganso), cuya traducción, en argot, viene a significar algo así como «pan comido», es decir, algo fácil de hacer. Para comprender la parodia basta con repasar su argumento, protagonizado por un líder chiflado que insiste en entrar en guerra por simple capricho o tontos malentendidos. Pero la «sopa de ganso» también es, según algunos filósofos y sociólogos, una estrategia de la clase dirigente para propiciar la aceptación por parte de la sociedad de ciertas políticas opresoras. Consiste, básicamente, en endurecer lentamente las medidas. Un ejemplo sería el aumento lento, gota a gota, del precio de la gasolina. Ello impide que las personas se subleven. Si el cambio fuera drástico, las reacciones serían inminentes, como sucedió hace pocos años en Venezuela. De hecho, según estos teóricos, la forma de cocinar un ganso (o un pato) es meterlo en una cazuela con agua fría y ponerlo a fuego lento. Si metiéramos al animal en agua hirviendo, obviamente saltaría, pero de este modo, el ave no advierte el incremento de la temperatura hasta que finalmente se cocina. Así lo plantea el lingüista y filósofo norteamericano Noam Chomsky.

Pero regresando al uso del doble sentido, nos hacemos una idea de las increíbles capacidades del lenguaje al ser capaz de representar significados diferentes para cada oyente. Ello permite juegos de complicidad con aquellos que conocen el significado profundo de lo que se está diciendo, mientras que, el resto de los interlocutores, recibe sólo la interpretación superficial que el emisor desea.

Gracias a ello, y con mucho ingenio, series como Los Simpson pueden ser disfrutadas por personas de todas las edades. Cada uno de ellas recibe un mensaje acorde a su nivel. Desde los más pequeños, con su humor directo y naif, hasta los mayores, con sus ácidas descripciones y mensajes subliminales. Es el modo en el que la mente se agudiza ante las limitaciones.