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Luis M. Alonso

El circo de la acusación

Podemos ha hecho de la política un circo. Muchos otros, es verdad, la han rebajado practicando durante años el latrocinio. Pero Podemos ha implantado el circo de la acusación demagógica culminando su jugada con el tramabús, que antes de comenzar su ruta ha sufrido problemas técnicos por culpa del embrague.

Es una metáfora que explica el arranque accidentado del partido de Pablo Iglesias, que siguiendo el diagnóstico de la indignación no ha sabido hasta el momento más que explotarlo zafiamente sin proponer soluciones inteligibles para hacer algo menos desdichados a los españoles. No es un comienzo accidentado por el tramabús, que a fin de cuentas es otra forma de hacerse oír tan discutible pero legítima como aquella que tenía a Dios como excusa. Y que servirá para meter en el mismo carro a distintos culpables de la conspiración contra la gente, utilizando la terminología podemita.

Nada ha cambiado desde el pitido inicial: la casta es ahora la trama, un concepto delictivo más redondo. Todos, PP, PSOE, Ciudadanos, empresarios, periodistas, conspiran contra los ciudadanos; Podemos, en cambio, es la única fuerza que los defiende del abuso sistematizado. Se trata de una mercancía algo averiada para seguir vendiendo a los electores, pero no tiene otra: el programa está basado en la desconfianza, el cabreo y el sufrimiento. Las soluciones no interesan porque la mejoría tampoco es una inversión rentable para el partido de la protesta y el escrache permanentes. Iglesias y los suyos manejan los hilos del espectáculo y de la confrontación en las horas propicias al populismo.

Enfrentándose, además, a la terrible contradicción de denunciar tramas corruptas cuando a la vez cierran los ojos de manera cómplice con los tiranos chavistas que reprimen al pueblo venezolano y les arrebatan la libertad de manera repugnante. Eso es Podemos.

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