Del mismo modo que ocurre con la historia oficial, escrita en su mayor parte por hombres, la historia de la psicología se ha desarrollado con un enfoque mayormente masculino, con figuras como Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, el conductista Iván Pávlov, Carl Rogers, fundador del enfoque humanista y muchos otros.

Así, encontramos pocos ejemplos de autoras que aporten luz al complejo mundo psicológico femenino. Una de ellas fue la médica pediatra y psicoanalista francesa Françoise Dolto, quien aportó un punto de vista decisivo en este sentido.

Dolto puso de manifiesto que muchos aspectos acerca de la experiencia interna de la mujer habían sido poco estudiados, como su vivencia de la maternidad, o el desarrollo de su vida sexual por lo que la definió como «el continente oscuro» (o desconocido) de la psicología.

Según la autora, existen en la mujer areas como la sexualidad que han sido duramente condicionadas por la visión masculina, y por este motivo expresa textualmente que «mientras la joven no haya sido reconocida por un hombre significativo para ella como bella en su desnudez y deseable, se siente desprovista de valor estético».

De igual manera, identifica un estilo de amor materno patológico que aparece en algunas mujeres, y que se caracteriza por ser posesivo y celoso, y por considerar a los hijos como posesiones o joyas. Tampoco resulta sano para la mujer, según Dolto, el hecho de interpretar el sentimiento materno como único prototipo de la pureza, como una emoción «sagrada», sin tener quizá muy en cuenta otros aspectos de la relación madre-hijo que son fundamentales para el desarrollo del bebé, como es el lenguaje preverbal. Este tipo de comunicación es fruto de la educación que ella misma ha recibido, de su relación con el padre del niño y con el ambiente familiar y sociocultural en el que se enmarca la familia.

Las citadas mujeres posesivas no permiten que el hombre ejerza su función de padre. Esta tarea la asumen ellas por completo. Ello implica la pérdida del rol de mujer propiamente dicho, con deseo sexual. Por este motivo, «su sexualidad queda relegada exclusivamente al papel de sirvienta, lo que conduce a su degradación». Esta forma de enfocar la maternidad encuentra su máximo riesgo cuando dicha mujer depende emocionalmente de una de las abuelas, lo cual, según Dolto, sella para el niño el estado de infantilismo de sus genitores.

Según la autora, para que la experiencia de la maternidad sea realmente vivificante tanto para ella como para su hijo, ha de coexistir el rol de madre con el rol de pareja sin que este se vea lastrado por el primero. Además, todo ello ha de conjugarse con el mantenimiento de la vida social y cultural, y de sus intereses personales.