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Cinco años en la OEA en Washington

Experiencia personal al frente de la Organización de Estados Americanos

He pasado cinco años al frente de la Embajada de España ante la OEA en Washington. Nunca había permanecido tanto tiempo en un mismo destino. Cuando estoy a punto de regresar a España para reincorporarme al Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación me gustaría compartir con los lectores algunas breves reflexiones sobre mi última y más reciente experiencia diplomática. Comienzo haciendo un comentario sobre la OEA, la principal Organización ante la que he estado acreditado. Y es que la Embajada también está acreditada ante la Organización Panamericana de la Salud, OPS, institución que realiza una labor admirable en el campo de la salud en la región de las Américas y en la que trabajan unos 60 profesionales españoles. Volviendo a la OEA, hay que reconocer que la Organización es hoy más fuerte que hace cinco años. El secretario general, Luis Almagro, quien acaba de cumplir dos años en el cargo, tiene mucho que ver en ello. Uruguayo, exministro de Relaciones Exteriores de su país, asumió desde el inicio de su mandato una actitud muy firme en defensa de la democracia y de los derechos humanos, así como de valiente denuncia de los excesos autoritarios y las violaciones de los principios democráticos fundamentales. Al mismo tiempo, la OEA lleva a cabo un trabajo cotidiano admirable, en ocasiones desconocido y, por tanto, poco valorado por el público en general. Defensa del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, organización de Misiones de Observación Electoral, proyectos para reforzar las instituciones democráticas, Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia o Misión contra la Impunidad y la Corrupción en Honduras, por citar algunas de las muchas iniciativas en marcha. En estos momentos los medios mencionan a menudo a la OEA, dado el debate que está teniendo lugar en este foro sobre la mejor manera de afrontar la grave crisis política y social que vive Venezuela. Frente al lamentable silencio de algunas épocas pasadas no muy lejanas, en esta ocasión la voz de la OEA, la del secretario general sin duda y la de muchos estados miembros también, resuena con fuerza denunciando los excesos y las prácticas antidemocráticas del Gobierno venezolano. España es país observador y no Estado miembro, aunque no por ello deja de tener notable peso y especial relevancia en la Organización. Lo prueba el importante Fondo España-OEA de Cooperación que nos permite ser uno de los principales contribuyentes. Colaboramos con numerosos programas y estamos muy presentes en la vida cotidiana de la Organización. Como ha dicho el Rey Felipe VI, "España es un país americano" -del Norte y del Sur- y nada de lo que sucede en la región nos es ajeno. Por el mismo motivo, Amé- rica es un continente profundamente hispánico, el Sur y también el Norte, especialmente cuando vemos que Estados Unidos es hoy, después de México, el país con mayor número de hispanohablantes en el mundo. Estos años en Washington han sido también, como es lógico, años en Estados Unidos pese a que muchos dicen que esta ciudad es un mundo aparte, que nada tiene que ver con otras zonas y estados de este inmenso y variado país. Admirable nación, con instituciones sólidas, con un debate cívico muy vivo y donde el poder está muy repartido entre diferentes actores: Presidente, Congreso, poder judicial, prensa, estados federales, empresarios y sociedad civil. Nación poderosa, dinámica, orgullosa de su pasado y de su presente, en constante cambio y cada vez más plural y diversa. En cualquier caso, yo he vivido un Washington profundamente hispanizado, no sólo porque la lengua principal en la OEA es el español sino porque en tiendas y restaurantes son legión los que hablan nuestro idioma. En ocasiones he pasado semanas enteras sin hablar una palabra de inglés. He hecho muchos y buenos amigos, como siempre que uno está destinado en el extranjero. Y he quedado radicalmente unido a esta ciudad única y a este gran país, como sucede con cada destino en nuestra vida profesional.

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