Desde hace tres años multitud de asociaciones y colectivos de uno y otro lado del Atlántico venimos alertando de dos peligrosos tratados de comercio e inversiones que se están gestando a espaldas de la ciudadanía, el TTIP y el CETA. Un tiempo en el que la sociedad civil ha sido capaz de armar un potente discurso que ha puesto en jaque a los débiles argumentos de quienes se empeñan en defender estos tratados. Un discurso basado en numerosos estudios técnicos, en las consecuencias negativas derivadas de la aplicación de tratados similares en otras partes del mundo y, por supuesto, en las dudosas intenciones de quienes han mantenido en secreto el contenido de las negociaciones durante todo el proceso.

Estos sólidos argumentos han acabado provocando el voto en conciencia de cientos de representantes políticos socialistas a lo largo de todo el país, lo que ha permitido la aprobación de mociones contra el CETA y el TTIP en 10 comunidades autónomas y en 197 ayuntamientos en todo el Estado español (1.500 en toda Europa). Y todo ello al mismo tiempo que la dirección del PSOE apoyaba estos tratados en Europa y en España. Todo un acto de coraje y coherencia política que, tristemente, no ha sido el caso de las dos ciudades más importantes de la provincia de Alicante, donde los/as concejales/as socialistas impidieron la aprobación de sendas mociones de rechazo a estos acuerdos.

Conviene recordar que los grandes defensores de estos tratados son la gran patronal y quienes controlan el capital financiero, junto a aquellos partidos que constantemente se hacen eco de sus demandas y que en demasiadas ocasiones acaban colocando a algunos de sus dirigentes en los consejos de administración de las grandes corporaciones. Partidos conservadores como el PP, el PNV o Ciudadanos y, hasta la fecha, el PSOE. Un Partido Socialista cada vez más alejado de sus bases sociales que, ante la posibilidad de convertirse en una fuerza residual dentro del Parlamento, se ha visto obligado a realizar un cambio radical de imagen y el tiempo dirá si, también, de sus políticas.

De momento, las declaraciones de la presidenta del partido, Cristina Narbona, han supuesto un cambio notable en el discurso del PSOE con respecto al tratado de comercio e inversiones con Canadá (CETA). A escasos días de la votación de este tratado en el Parlamento español, la dirigente socialista ha admitido que el CETA «ofrece una protección jurídica desproporcionada a los intereses de los inversores extranjeros respecto de los derechos de los ciudadanos», que «los Estados podrían ser demandados ante tribunales privados si los inversores extranjeros ven peligrar sus expectativas de negocio por, por ejemplo, subir el salario mínimo interprofesional», o que «de las 246 denominaciones de origen en España el CETA sólo reconoce 27 y el resto van a quedar desprotegidas». Además, ha criticado que «el tratado no se haya elevado al Tribunal de Justicia Europeo para analizar su compatibilidad con los tratados de la Unión» y alerta de que «las empresas estadounidenses podrían aprovechar este vínculo que se crea con el CETA» como un verdadero caballo de Troya.

También podría haber mencionado las nefastas consecuencias para los servicios públicos, el aumento del desempleo y la desigualdad, o el agravamiento de la crisis medioambiental que estamos padeciendo, entre otros muchos aspectos negativos, pero en cualquier caso nos reconforta enormemente que por fin reconozcan lo que venimos denunciando durante años: el peligro que supone para las personas y el planeta la generalización de este tipo de tratados o, en palabras de la propia Narbona, de una «globalización sin reglas». Sin embargo, a pesar de este tardío pero acertado diagnóstico, el PSOE ya avanza que su receta será la abstención en la votación del Congreso para ratificar el CETA, lo que supondría un ejercicio de cinismo del estilo «nos mantendremos firmes en nuestra abstención al PP de Rajoy».

Durante el día de hoy, 29 de junio, tendremos la oportunidad de saber si existe un cambio de rumbo real en el Partido Socialista o si simplemente continúa siendo el mismo perro con distinto collar.