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La gripe, el congreso y las sagradas escrituras

La semana pasada no pude escribir la columna. Estaba con gripe que, por cierto, viene durísima este año. Fuerte, fuerte. Empieza con un leve dolor de cabeza, suben los escalofríos desde la punta de los dedos de los pies hasta la coronilla, vas bajando de revoluciones a mil por hora. Cuando te quieres dar cuenta ?ya has caído. Una gran faena porque, aunque tenga nombre de robot de la Guerra de las Galaxias, la H1N1 no es ninguna broma. Lo mío han sido seis días (que se dice pronto) en un letargo febril, en un «sobrecalentamiento global», en una peculiar «hibernación homeoterma», que me ha dejado el cuerpo para que me lo recojan con parihuelas y la mente un poco espesa. Después de estos días fuera de onda (sin radio, sin televisión, sin prensa, sin facebook, sin twitter, sin whatsapp?) a solas con mi gripe A, he vuelto al mundo y me he quedado «anonadada».

Cual personaje de cuento después de su letargo, despierto, enciendo la tele? y me encuentro que el Parlamento se ha convertido en un púlpito de parroquia de barrio. En lugar discutir propuestas políticas, o de divulgar las repercusiones de las últimas decisiones del Consejo de Bruselas, sus señorías, con más o menos gracia, se divierten últimamente «telepredicando».

Empezó Rubalcaba, con su sorna habitual, a impartir, franciscanamente, lecciones de «religión» o de «erudición». Y ni lo uno ni lo otro porque, desgraciadamente, metió la pata y en su empeño, parece que citó a Bono y no a San Mateo (que manda narices).

Siguió Rajoy, con el versículo en el que Jesús pide el perdón para una mujer pillada en adulterio ¿Pero, alma cándida, en qué o en quién estarías pensando? ¿De todas las citas bíblicas que hay te tuviste que fijar justo en esa?

Terminó Rosa Díez, que haciendo gala de un gran dominio del Google y una enorme capacidad para improvisar, cerró el debate cual sacerdotisa, con dos textos muy acertados, «Si un profeta profetiza paz, cuando la palabra del profeta se cumpla, entonces ese profeta será conocido como el que el Señor en verdad ha enviado» (Jeremías 28:9) y «Al que tiene, le será dado y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado» (Mateo 25:29).

Las inspiraciones bíblicas de los políticos me suscitan algunas reflexiones. La primera: ¡Qué daño está haciendo a la comunicación política El Mesías de la Ciudad Condal, que poco a poco va creando escuela! La segunda: ¿estarán la «vocaciones» y «revelaciones» relacionadas en algún caso con culpas que expiar? La tercera: señorías, si es posible, y aunque se lo pasen ustedes pipa, olvídense por el momento de las voces del cielo y céntrense en la realidad, la de los ciudadanos, que sigue siendo más bien cruda. Les recuerdo que, como dice la Biblia, «La fe sin obras es muerta» (Santiago 2:14-26). Finalmente, para terminar, sólo puedo también referir una cita:

«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23: 34).

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