Umberto Eco es un escritor y filósofo italiano fallecido en febrero del 2016, cuya imagen de complejidad intelectual y brillante inteligencia me resulta muy atractiva, y cuyo interés reconocido por la cultura medieval aparece de forma explícita en su novela El nombre de la rosa, del que se han vendido más de treinta millones de ejemplares.

Obra de cuya lectura recuerdo la fascinante intriga en torno a los asesinatos perpetrados en una medieval abadía benedictina, y la deductiva investigación llevada a cabo por un monje franciscano y su joven discípulo, así como las profundas reflexiones sobre la religión, la filosofía o el amor y el deseo, en una obra apasionante que combina tanto elementos históricos y culturales como policiacos.

Dicha novela dio lugar a una excelente adaptación cinematográfica del director francés Jean Jacques Annaud, en la que destacan la impecable ambientación y las magníficas interpretaciones de los actores Sean Connery, en el papel del fraile franciscano Guillermo de Baskerville, y Christian Slater en el del novicio Adso de Melk, con un muy cuidado guión, desarrollando la apasionante historia ambientada en una abadía benedictina situada en los italianos Apeninos septentrionales con crímenes, misterios y detectives, y el triunfo del intelecto y la razón sobre la ignorancia y el fanatismo.

Y guardo también un especial recuerdo de un reportaje del año 2012 ambientado en el domicilio del escritor en Milán, y una entrevista en que alguna de las respuestas me emocionaron especialmente, como cuando Umberto Eco responde que a sus ochenta años trabaja convulsiva y metódicamente, y tomándose su tiempo, que gráficamente explica diciendo que podría hacer una silla por día, pero que prefiere hacer una sola por semana, o que la parte más bella es el periodo que pasa escribiendo el libro y antes de su finalización, por lo que no desea apresurarse sino disfrutar del proceso, señalando otro ejemplo en la bella experiencia de una madre nueve meses encinta, antes del parto.

Con lo que estoy tan de acuerdo, y es que lo importante es disfrutar del camino, y ser feliz en el desarrollo sin poner la atención en el fin, con alegría, esfuerzo y motivación hasta la consecución del reto, y disfrutando de cada momento con intensidad y conciencia, y con independencia de los éxitos o metas.

Y con el recuerdo del insigne escritor, busco alguna de sus varias novelas para estos próximos días, y me resulta difícil la elección, hasta que recibo el consejo amable, atento y competente en mi habitual librería, recojo mi libro y miro la portada. Llego a casa y empiezo a leer, y todo empieza otra vez.