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CATALIZADORES (Y CATALIZADORAS)

Tengo una sobrina que ha empezado a estudiar Química en el instituto. El otro día, me contó que en el cole le han hablado de los catalizadores. «Me han explicado, tita, que son sustancias capaces de aumentar la velocidad de las reacciones químicas. Cuando aparecen, ponen las pilas a los demás elementos haciéndoles funcionar. Como mami con nosotros».

La explicación de María me ha encantado. De hecho, me ha gustado tanto que me he puesto a buscar si alguien había hablado de ello (no de los catalizadores químicos, que ya sé que sí, sino de los catalizadores personales). Pues sí, lo han hecho. En concreto, un señor que se llama John Maxwell. Este autor, en su libro «Las 17 leyes incuestionables del trabajo en equipo», se refiera a unos elementos que, con su presencia, o sus intervenciones, hacen reaccionar a otro conjunto de personas o factores. Sus cualidades les convierten en miembros valiosísimos (eso no lo dice Maxwell, lo digo yo). Son intuitivos (perciben oportunidades que otros no vemos), comunicativos (se atreven a decirnos las cosas -aunque no nos gusten- y a inspirarnos a los demás), creativos (piensan y plantean estrategias y acciones alternativas, diferentes), toman la iniciativa y se hacen responsables. En esencia, verdaderas joyas.

Hay un rasgo, sin embargo, que les confiere, a mi juicio, un carácter excepcional: su generosidad. Hoy en día es difícil encontrar a quien no se pone de perfil, a quien arriesga y a quien está dispuesto a quemarse? no por sí mismo, sino por un ideal, por un proyecto y por otras personas. Sin medallas, sin oropeles... Sin intereses ocultos. Con la única (y gran) recompensa de hacer -y ver- que proyectos crezcan con los mejores al frente.

La magnanimidad confiere a los catalizadores un enorme poder (a veces, sin que lo busquen y sin que lo sepan). El poder de empoderar a los demás (valga la redundancia) que conlleva el poder de que las cosas sucedan.

Aunque son excepcionales, estos diamantes existen (a veces hay que levantar mucho carbón para dar con ellos). Yo me he cruzado en mi vida con varios (algunos de ellos en los últimos tiempos). Cuando se encuentran, es importante, muy importante, dejarlos actuar.

No es fácil identificar a un verdadero catalizador. Para empezar, hay que saber que lo contrario es un inhibidor (elemento mucho más frecuente): aquél que, con su presencia y su irrupción, desactiva cualquier posibilidad de catálisis. Para continuar, hay que estar muy pendiente de que no nos timen con «falsificaciones». Por ejemplo, con «reactivos» que, a diferencia de los elementos que buscamos, son aquéllos que, en cuanto se pone en marcha el proceso químico, modifican radicalmente su esencia. O con componentes ideales para que todo cambie para que todo siga igual?

Para que ustedes localicen los catalizadores y catalizadoras «comme il faut», se me ocurren dos cosas. Una, citar la ingeniosa «perla» de Pepe Bono al hilo del liderazgo de Susana Díez. «Esto es como cuando te preguntan qué es un elefante, que a lo mejor te cuesta definirlo, pero cuando lo ves en la tele dices 'esto es un elefante'». Dos, volver a referirme a Maxwell y a su taxonomía de componentes en un partido de fútbol , con los jugadores que no quieren tener la pelota; los que la quieren, pero no deberían tenerla; los que la tienen y no deberían tenerla y los que la quieren y la deberían tener. El catalizador sería aquél que, con su intervención y su esfuerzo, consiguiese esto último. Ya saben, acuérdense de Maxwell y de Bono, que empieza la precampaña.

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