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La segunda ola

Una segunda ola se nos echa encima, según el VIII Informe de Caritas-España, 2014. A partir de los datos que presenta el citado estudio, coincidente con la percepción de cualquiera, la pobreza y la desigualdad han llegado a España para quedarse.

Las políticas económicas que se aplican en España y en Europa, dice el Informe, afectan a sectores de población cada vez más vulnerables. Lo peor, sigue diciendo, es que los recortes sociales y el desempleo están agotando la capacidad de las familias para servir de parapeto a millones de personas, por lo que se está generando, ya muy cerca de nuestras costas, una segunda ola de pobreza y exclusión, y, ésta, asegura, va a tener consecuencias muy duras.

El Informe, accesible a cualquiera, insiste en dos aspectos determinantes de la actualidad: que el empobrecimiento de la sociedad española es cada vez mayor, y que la desigualdad se acentúa con grave riesgo de fractura social. La desigualdad en España, que nos sitúa como el país más desigual de Europa (el 20% más rico concentra 7.5 veces más riqueza que el 20 % más pobre), dice el Informe, «no es coyuntural sino que está suponiendo la consolidación de una nueva estructura social donde crece la espiral de las escasez y el espacio de la vulnerabilidad». Algunos datos, ya conocidos por otros estudios, indican que la pobreza severa alcanza ya en España a tres millones de personas y que el paro de larga duración afecta a cinco millones y medio (3 millones desempleados de un año, y 2 millones de más de dos años).

Como era de esperar, el ministro Cristóbal Montoro, después de reconocer el esfuerzo de Caritas como factor de cohesión social, ha salido al paso de los datos y las conclusiones para afirmar que la metodología del Informe es deficiente y que para nada refleja la situación real, especialmente en el caso de la pobreza infantil, de la que Informe dice que España es líder después de Rumanía.

El problema de España y de otros países en, en efecto, la desigualdad y la pobreza rampantes con visos de cristalizar. De ahí que las recetas y las improvisaciones del Gobierno y de los mentideros oficiales calen muy poco en la percepción de la gente. Por mucho que digan que la crisis se remonta y que pronto saldremos del atolladero, la gente mira lo que tienen enfrente y no se cree lo que le dicen.

La crisis se presenta como un cosa abstracta, una peste medieval, una maldición bíblica, algo que no tiene causas, ni responsables, ni final. Sólo, al parecer, algunos técnicos y expertos de lenguaje oscuro pueden descifrarla. Entre tanto se tienen noticias de nuevos rescates de gigantescos negocios fallidos, como las radiales de Madrid y crece la sensación que, en esta crisis, el estado ha salido al recate de unos pocos a base de condenar a la miseria a los muchos, que además tienen que pagar la fiesta.

Hace algunos años un escritor de éxito, Alvin Toffler, se inventó aquello de la «tercera ola». Según él, después de la primera ola preindustrial y la segunda ola industrial, vendría una tercera, ésta preñada de las novedades de una nueva sociedad en red que traería consigo perspectivas sociales sin precedentes. Tal vez esa nueva sociedad sea una realidad interesante y esté ya aquí, pero, en términos sociales, lo que tenemos es una regresión, una segunda ola, como dice el Informe Caritas, que amenaza con arrojar al basurero de la historia a muchos millones de personas.

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