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Martina Klein nació Martina Klein y, claro, como no podía ser de otro modo, su vida no tuvo nada que ver con la de los parias de este mundo. En la última edición de Cumbres mostró a borbotones, además de su belleza serena, esa que salta a la vista, su enorme inteligencia emocional y su bondad superlativa. Que el mundo de la moda es caprichoso e injusto se lo contó ella con toda sinceridad a Edurne Pasabán. Todo depende de dar bien en cámara, de que alguien se fije en ti, de dar con el contacto adecuado, para estar allá arriba o allá abajo. En ese sentido, recordó Martina una de esas etapas de bajón, en la que no sabía hacer con su vida. Preguntó Edurne por la edad de esos días procelosos. No sé, puede que no hubiese cumplido veinte años, respondió la diosa de las pasarelas. Acabáramos. Que poco después encontró su lugar en el olimpo, y hasta ahora. Si alguien tenía dudas de la calidad humana de Martina Klein, ahí estuvo, transparente y cristalina ante las cámaras, para despejarlas. Por supuesto que habrá por ahí caras bonitas que son pura apariencia, sin nada debajo, más que cabezas de serrín. Pero también estoy convencido de que por el contrario existen otros muchos rostros cuya serenidad evidencia la mayor de las inteligencias emocionales. Es gente que lo tiene todo porque tuvo la suerte de nacer con lo mejor. Como Martina. Contó cómo algunas editoriales le han ofrecido aventuras literarias que ha rechazado. Ella no es de consentir que un negro le escriba su Planeta de turno. Tiene bastantes claras sus limitaciones porque, seguro, desde muy niña fue consciente de sus grandezas. Después de ver Cumbres tengo muy claro que a Álex Corretja le tocó la lotería.

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