Malos tiempos para la política municipal ilicitana. El Grupo Popular en el Ayuntamiento se descompone. Hace unos días, aquí mismo, alertaba de que a la descomposición podría seguir la putrefacción. Me temo que ya ha comenzado.

Cuando las cosas llegan al estado al que han llegado en el equipo de gobierno del Ayuntamient por la intransigencia de en los métodos de la alcaldesa y su incapacidad para aglutinar a su propia gente, cualquier acontecimiento, por leve que éste sea, es capaz de desencadenar una crisis de consecuencias imprevisibles.

Verán, éste es el campo de operaciones en este momento: una decisión inoportuna e impopular como la del Mercado Central a punto de consumarse, un concejal allegado a la alcaldesa bajo sospecha de prevaricación en materia urbanística y una parte del equipo de gobierno que manifiesta claramente su oposición a las políticas y a los métodos de Alonso. Difícil situación. Síntoma de decadencia y fin de ciclo. Pero, también, oportunidad para que emerja lo que de grandeza y altura pueda haber en quien debe llevar las riendas del gobierno y de la institución.

¿Cuál es la respuesta de la alcaldesa?. Se niega a dialogar respecto del Mercado Central, envía a Luis Ángel Mateo a lanzar insultos y amenazas a la oposición cuando sólo se le pedían explicaciones y, como consecuencia, agudiza la ya extrema incomodidad de sus concejales más críticos.

Todo ello, en cualquier caso, son torpezas y ausencia de grandeza en quien gobierna la ciudad. Cabe lamentarlo y poco más. Pero lo que de ninguna manera resulta tolerable es que Mercedes Alonso, ante la situación de soledad y fracaso en que se encuentra haya decidido arrastrar al Ayuntamiento de Elche con ella. Si la oposición me hace oposición, si mis concejales se me plantan, si los que me quedan aparecen denostados ante la opinión pública, yo cargo contra el propio Ayuntamiento. Lo incendio. Lo arrastro en mi caída. Y así está ocurriendo, más incluso de lo que se puede pensar. Crispación y tensión en los Plenos a pesar de que, como ocurrió en el último, la alcaldesa no dejó hablar a la oposición hasta llegar los «ruegos y preguntas». Ya hay que ser hábil para montar un rifirrafe, sola, sin dejar hablar a nadie.

Pero eso es lo de menor importancia. La política implica confrontación. Lo grave es el deterioro institucional que está provocando en el Ayuntamiento. Acuerdos de Pleno que no se ejecutan. Acuerdos que se imponen con oscurantismo como el de Peña de las Águilas y, luego, se dejan sin efecto sin más porque ya no interesan a sus propietarios. Presión sobre los servicios jurídicos municipales para hacerles entrar en la batalla política; nunca un alcalde de esta ciudad llevó a los funcionarios a actuar en un Pleno en defensa de sus posiciones al tiempo que impedía hablar a la oposición. Un concejal del equipo de gobierno acusando a miembros de la oposición de irregularidades como arma arrojadiza y no con la intención de resolver situaciones que, de ser ciertas, arrastrarían al propio equipo de gobierno por haberlas permitido. Funcionarios municipales, entre los que hay muchos buenos y de gran potencial, desactivados primero por la amenaza de purgas, después por la perplejidad y ahora por la vergüenza. Y un Ayuntamiento en boca de todos, no por su capacidad para resolver problemas de la ciudad, sino por su capacidad para producir espectáculo ciudadano. El último episodio de la alcaldesa que, tras haber impulsado el mandato más sectario y excluyente que se conoce en esta ciudad, ensayaba anteayer qué tal le podría ir en el papel de víctima, resulta sencillamente patético. Y la alusión disparatada a que una concejala, hasta hace poco en sus filas, pudiese entrar con una pistola a su despacho, relacionándolo con el asesinato de la presidenta de la Diputación de León, es esperpéntica, torticera, ridícula y, desde luego, impropia de la alcaldesa de una ciudad llamada Elche.

El Ayuntamiento de Elche siempre se hizo respetar. Con todos los alcaldes de la democracia. Y merece recuperar ese respeto. Es el instrumento de gobierno de la ciudad. Y, si hoy no, mañana debe volver a ser la maquinaria que resuelva los problemas de los vecinos e impulse el desarrollo económico de la ciudad. Por eso hay que preservarlo. Estamos obligados a impedir que el hartazgo por las decisiones que se han tomado en el Ayuntamiento se convierta en el hartazgo por el Ayuntamiento. Habrá que distinguir entre la institución y quien gobierna la institución. Y ese respeto institucional cabe exigirlo, en primer lugar, a quien tiene la máxima autoridad. Respeto al Ayuntamiento y lealtad para con la ciudad.

Elche fue muy generosa con Mercedes Alonso. Ahora ella debe corresponder.