Invictus es un poema que dio nombre a la película homónima de Clint Eastwood, y en la que se narra cómo la celebración en Sudáfrica de la Copa Mundial de Rugby fue uno de los instrumentos utilizados para la paz y la reconciliación por Nelson Mandela, tras llegar a la Presidencia de su país y decretar la abolición del Apartheid para construir la unidad nacional.

La cinta está basada a su vez en el libro El factor humano de John Carlin, y el motivador poema Invictus fue escrito en 1875 por el inglés William Ernest Henley, como expresión de su actitud ante las dificultades de la vida.

Y es que el escritor británico sufrió tuberculosis de niño y hubo que amputarle una pierna a raíz de su enfermedad, pero no se hundió ni dejó de hacer cosas por ello, como escribir el excelente poema que recuerdo, al escuchar a un paciente que me dice en consulta que le falta autoconfianza, añadiendo que empieza proyectos y que termina abandonando por sentirlos inalcanzables, y le digo que si así lo siente es porque lo está pensando, y que si tiene esas ideas será muy difícil que llegue a alcanzar resultados, e indagando más en el tema llegamos a la conclusión de que sus metas no son realistas.

Lo cual es algo fundamental cuando nos trazamos un objetivo, pues por muy grande que sea éste, hay que dividirlo en tramos más pequeños, que sean realistas y que se puedan lograr, pues grandes transformaciones no se llegan a conseguir con cambios radicales, en los que el esfuerzo realizado suponga un desgaste de energía extraordinario, y casi imposible de mantener en el tiempo.

En cambio, si que se producen con pequeños pasos que quedan imbricados a nuestra vida, como si siempre hubieran estado allí, y uno detrás de otro, con esfuerzos moderados y sostenibles, un día nos damos cuenta del resultado de nuestra perseverancia, pues somos otros y hemos conseguido lo que nos propusimos. Y recuerdo una frase que escuché en consulta: ?Doctora, miro para atrás y no me reconozco. ¡Cuánto he cambiado!

Y hablo con mi paciente del libro El factor humano y de ese hombre extraordinario que fue Nelson Mandela, y de su capacidad de liderazgo y tenacidad, y de cómo el mundial de rugby en 1995 en Sudáfrica cambió el curso de la historia.

Y también de esos versos tan emotivos del poema Invictus, cuando señalan, que doy gracias a los dioses que pudieran existir por mi alma invicta, y que soy el dueño de mi destino, y que soy el capitán de mi alma, y mi paciente entonces me mira muy serio, y me dice: «Si yo sabía que él es un jugador de rugby conocido y profesional», y... bueno, respondo: «En realidad...».