Tomo café con una amiga, y comentamos que ha fallecido hace ya algunos meses Garry Marshall, que es el director del cuento de hadas cinematográfico de la década de los noventa titulado Pretty Woman, que para muchos es la comedia romántica por excelencia, y que narraba como un multimillonario y triunfante abogado y hombre de negocios, se enamoraba de una prostituta durante un viaje a Los Ángeles, en una historia de amor que fue interpretada, en ocasiones, como un cuento inspirado en el clásico de La Cenicienta.

Y recordamos el filme como una entretenida sucesión de sonrisas y encuentros, en una tierna y pasional comedia, divertida y con una bonita banda sonora, que encumbró a Julia Roberts y a Richard Gere como pareja protagonista de una sencilla trama, que cuenta como el amor puede surgir en el momento más inesperado y con la persona que menos se piensa, llevando a una conmovedora y sentimental narración.

Y comentando la aparente sencillez del relato, hablamos de que la felicidad está en saber degustar las pequeñas cosas de cada día, como puede ser disfrutar tranquilamente de una íntima e inocente comedia sin aparentes grandes pretensiones, con dosis de entretenimiento y romanticismo, con final previsible y feliz, y con dos encantadores intérpretes.

Así como, en la vida y en cada momento, apreciar lo que tenemos y los pequeños detalles, observando cómo la alegría puede hallarse en los gestos más normales o en las actividades más ordinarias, y aprendiendo a mirar con sorpresa y gratitud los fragmentos de nuestra existencia diaria y la belleza de lo cotidiano.

Y es que las pequeñas cosas son como estrellas que en las noches despejadas lucen en el cielo, o como blancas nubes en soleadas mañanas, o como gratas actitudes o amables gestos ofreciéndonos su hermosura, aunque no todos los días reparemos en ellas, pues forman parte de nuestra vida cotidiana, y solo cuando nos faltan apreciamos lo que significan, por lo que hay que estimar lo que tenemos, y apreciarlo y disfrutarlo, siendo capaces de distinguir su importancia, llevando una vida consciente y plena, con talante positivo y alegre.

Y recordando con una sonrisa algunas de las críticas que tuvo Pretty Woman como película superficial e intrascendente, mi amiga me dice que fíjate que a mí no me importaría verla otra vez y que pienso que tiene un gran atractivo, y que por cierto, me encanta la banda sonora de la película y sobre todo ese pegadizo tema principal que, claro, acabamos cantando las dos.