Son los otros catalanes, los que no quieren independizarse de España. Esos catalanes que llevan años sufriendo en silencio la insistente reclamación de los separatistas, como si fueran unas hemorroides que no se terminan de aplacar. Los separatistas no quieren ser españoles y están dispuestos a lo que sea con tal de conseguirlo, aunque ello suponga arrastrar consigo a esa otra mitad de la población que no está conforme con la ruptura y que se siente tan catalana como española. Toda esta actitud radical me evoca el más rancio fascismo. Y lo de que los partidos de izquierdas más a la izquierda estén precisamente liderando el movimiento no hace más que abonar las tesis de que aquí más de uno ha perdido el norte. La crisis de identidad es evidente, pues se creen progres, cuando en realidad son retros.

Esos otros catalanes, los silentes, están sufriendo y mucho. En pocos días he tenido la oportunidad de hablar con varios barceloneses, que se han declarado abiertamente contrarios a la independencia. Uno de ellos confesaba, con un nudo en la garganta, que su esposa, independentista, le estaba amenazando con el divorcio debido a la disparidad de criterios en este tema. Otra chica decía con gran dolor de su corazón que llevaba un tiempo evitando a sus amigas independentistas por no discutir. Otro me comentaba que los catalanes que han pasado siempre de ir a votar en las elecciones autonómicas esta vez sí van a ir. Y un cuarto barcelonés se mostraba al borde del ataque de nervios más almodovariano, al ver a sus hermanos convertidos en indepes, pese a que sus padres no fueran catalanes. No me convencen los golpes de pecho de algunos que, como Mas, reconocen aparentemente contritos que se han equivocado y no estaban en realidad preparados para dar el paso hacia la independencia. No me creo esta nueva performance, que veo más producto del miedo que han sentido al ver las orejas al lobo que el de un real arrepentimiento. Pero una cosa son los políticos y otra la sociedad, que está fracturada y esto sí me da pena.

Por lo demás, tuve la suerte de coincidir esta semana en una cena con varios presentadores y directivos de TVE, que comentaban que no tenían ni idea de lo que iba a pasar con Cataluña. Todos se mostraban ignorantes respecto del futuro que estaba por llegar tras las elecciones del 21-D. Imagínense, justo la gente que maneja la información está perdida, así que no nos extrañemos de la ignorancia del resto de la población.