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Matías Vallés

El primer Leonardo da Vinci del siglo XXI

La venta por 400 millones del cuadro "Salvator Mundi"

En los 400 millones de euros pagados por el correcto "Salvator Mundi" de Leonardo da Vinci no sorprende el elevado valor de la pintura, sino el nulo valor del dinero. El pleito en curso del sospechoso ruso que era su anterior propietario, y que se sintió estafado por el precio del cuadro, confirma la degradación del pulso monetario. Hasta una obra de limitado sex appeal y dudosa procedencia puede dispararse a cotizaciones de las mil y una noches. Los cientos de millones no se adjudican a esta figura plasmada, sino a la marca que lleva asociada. Un Da Vinci, en cuanto precursor de un Ferrari o de un Steve Jobs. El primer Leonardo del siglo XXI, si se tiene en cuenta que hace unos años se vendía por precios comparables al carrito de la compra en una gran superficie. No importa que la obra haya sufrido tantos remiendos que hasta una docena de pintores posteriores al gran maestro podrían reclamar en propiedad su autoría. Los cuatrocientos millones acallan incluso las objeciones eruditas a la atribución. El precio disipa las dudas. Al haber pagado un precio imbatible por la figura crística, la pretensión de la apropiación no puede ser especulativa sino contemplativa. Asumiendo treinta años de disfrute visual del cuadro, y la dedicación de una hora diaria a la admiración estupefacta que por fuerza ha de causar algo que cuesta cuatrocientos millones de euros, la factura horaria asciende a 45.000 euros. Este disfrute solitario cursa desde la convicción melancólica de que el precio de la adquisición decrece a cada minuto, igual que en la compra de un coche. Tras el inevitable traspaso, el dueño puede incinerarse con su pintura, al igual que pretendía hacer el magnate japonés Ryoei Sato con su Van Gogh y su Renoir. La resurrección de Da Vinci no puede atribuirse a un recalentamiento de las inquietudes intelectuales. Dan Brown ha sido más importante en la puja del "Salvator Mundi" que los pinceles de Leonardo, sin "El código Da Vinci" no se habría disparado el precio. Por una vez, la literatura aventaja a las artes plásticas en proyección económica, una novela superventas ayuda a entender globalmente una adquisición disparatada. Se ha vendido Leonardo, no un leonardo. La facilona denominación de "El Giocondo" apunta a un extraño juego de travestismo divino. El incansable florentino no concretó nada porque quiso saberlo todo, se revistió de virtudes mesiánicas y ha transmitido sus poderes a una sala de subastas, porque Christie's enfatizó el Christ en el vídeo promocional de la venta.

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