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Y, ¿qué hacemos los hombres?

Ser hombre hoy no significa ser hombre hace veinte, treinta o cincuenta años, ser hombre no es lo mismo que ser mujer, y desde luego es mucho más fácil ser hombre que mujer. La masculinidad hegemónica nos hace mirar al mundo desde la dominación, y la diferencia y la desigualdad orientan nuestras prácticas y lenguaje, pero el machismo se aprende, es una construcción del sistema patriarcal que se perpetúa por diversos mecanismos sociales y que fomenta modelos de familia, de pareja y roles.

Aunque lo parezca no somos una sociedad moderna, como dice la socióloga María Jesús Rosado "la masculinidad de hoy (también la feminidad) es la misma que en el neolítico, 10.000 años de patriarcado, sociedades androcéntricas con unos roles asignados y que no han cambiado mucho en todo este tiempo", el patriarcado se rebela y rebelará contra los avances en derechos que ha ido conquistando en los últimos años el movimiento feminista.

Entre los hombres hay consenso en condenar los asesinatos machistas y la violencias más explícitas contra la mujer, sin embargo están también todas las demás violencias que ejercemos, que son muchísimas, las cotidianas, las que pasan desapercibidas, y estar dispuestos a acabar con ellas. Eso supone identificarlas, cuestionarnos y asumir la pérdida de privilegios que tenemos los hombres. Estamos a favor de la igualdad pero no vemos la necesidad de dedicarle el tiempo y el esfuerzo necesario para contribuir al cambio que se está demandando.

Hay cosas que están claras, los hombres somos el sujeto opresor, los que ejercemos la violencia, y la mujer es el sujeto oprimido, las que reciben los muchos tipos de violencias, así que nos toca desmontar nuestras identidades como hombres, deconstruir la masculinidad tradicional hegemónica que crea desigualdades brutales en la sociedad actual y que lleva miles de años implantada. Es una tarea crucial ante un problema de tal envergadura.

No hay mucho interés por parte de las instituciones de promover políticas de igualdad dirigida a los hombres para ayudarlos-nos con programas en el proceso de cambio hacia la igualdad, para poder trabajar otra forma de entender lo que significa "ser hombre" e intentar cambiar las actitudes y prácticas de manera individual y colectiva.

Quizá los cambios no lleguen tan rápido como nos gustaría, pero 100 siglos de injusticia social es más que suficiente para comenzar a tomar partido si queremos transformar la forma tan desigual que tenemos de relacionarnos. Es una guerra, y si no ponemos de nuestra parte, si no cambiamos el rumbo de la sociedad, somos cómplices.

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